2012/07/10

El Síndrome de Salieri

Antonio Salieri es uno de los pesonajes de la historia moderna que más me llama la atención. Salieri fue un músico del periodo clasicista, contemporáneo de Mozart, instalado en la corte de José II en Viena como maestro de capilla y compositor. Salieri fue un músico reconocido en su tiempo, y contó entre sus alumnos a Beethoven y Schubert, nada más y nada menos. La relación entre Mozart y Salieri es el núcleo de la película Amadeus de Milos Forman, que narra la rivalidad entre los dos hombres. Aunque los historiadores rigurosos no dan demasiado crédito a tal rivalidad, a mi me interesa lo que la película revela; digamos que lo que cuenta Forman "si non è vero é ben trovato".

Salieri amaba la música con pasión. La música era toda su vida y a ella se consagraba. Vivía por y para la música. Salieri era, tal y como Forman lo describe, un monje de la música. Y, hasta que conoce a Mozart, Salieri se siente correspondido por la música. Para él, sus composiciones, sus conciertos y, sobre todo, sus óperas, que arranca a la musa con dificultad, son signos de la correspondenca que la música hace a su amor. Sus obras son la prueba tangible de que la música lo ama a él con la misma devoción, la misma pasión que él le profesa a ella.

Hasta que conoce a Mozart. Cuando Salieri escucha la música de Mozart, se da cuenta de que ésta se encuentra en otra dimensión, que la música de Mozart es excelsa, es divina, es perfecta. Dos sentimientos lo arrebatan de inmediato. Por una parte, la belleza de la música de Mozart lo lleva a un trance de arrobamiento ante lo nunca escuchado antes. Por el otro, toma conciencia de que la música se ha burlado de él, de que nunca le correspondió, de que lo que le regalaba a él eran meros arrumacos para pasar el tiempo, mientras su corazón, el corazón de la música, la pasión de la música eran para Mozart. Al impacto conjunto de estos dos sentimientos yo lo llamo el "síndrome Salieri".

Y lo peliagudo del asunto es que él, Antonio Salieri, amaba a la música tanto o más que Mozart. ¿Cómo era posible tamaña injusticia? ¿Cómo era posible que la música, a la que Salieri amaba con mayor devoción y pasión que el propio Mozart, decidiese escoger a éste para entregarle su amor?

¿Acaso no da el amor absoluto el derecho a ser correspondido?

No solo Salieri ha sufrido en la historia. ¡Cuántos matemáticos han dedicado su vida a la resolución de un problema, al que han cortejado y cortejado durante décadas, para asistir, padeciendo en el alma la punzada del Síndrome de Salieri, que otro, no siempre más dedicado, no siempre más delicado, es el agraciado al que la forma matemática se rendirá!

Gottlob Frege, el inventor de la lógica matemática moderna, es otro ejemplo. Cuando se disponía a publicar la segunda edición de sus Principios Básicos de la Aritmética, recibió una carta de Bertrand Russell en la que éste le comunicaba el descubrimiento de una profunda inconsistencia en su sistema. En lo que el propio Russell describió como el "mayor ejerccio de honestidad intelectual", Frege escribió en el prólogo de su libro lo siguiente: "Con nada más indeseable puede enfrentarse un científico que con deshacerse de sus fundamentos después de terminar su obra. Me ha puesto en esa situación una carta de Mr. Bertrand Russell cuando estaba a punto de mandar mi obra a la imprenta".

Y tantos, y tantos y tantos.

¿Por qué la belleza y la verdad son tan injustas, arbitrarias y caprichosas, y no corresponden a nuestro amor con un amor igual?

Ahh, menos mal que nos queda la vida.


1 comentario:

  1. El desapego es lo que abre el paso a la TAL genialidad.

    Salieri podría haber llegado a ese lugar del que Mozart obtenía sus composiciones, pero había una interferencia que se lo impedía. SU APEGO.

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