2014/09/10

La lírica de la ciudadanía

Esta nota será breve. Los que seguimos creyendo en los valores de la Ilustración nos hemos dejado arrebatar la primacía en el terreno de la lírica por los neorrománticos, con sus relatos idílicos de las arcadias perdidas de corte nacionalista. Sin embargo, deberíamos reivindicar la inmensa belleza del concepto de ciudadanía: libertad, igualdad, fraternidad, con independencia de las creencias religiosas, de la lengua, del folclore, del equipo de fútbol preferido, de las preferencias para el disfrute del tiempo libre. ¿Qué puede haber más bello que dos seres humanos, igualados por sus derechos (construcción colectiva que emana de la razón), que se reconocen como iguales, como hermanos en su destino humano común, y que se disponen juntos a determinar el futuro que los une?

2014/08/20

¿Corrompe el poder?

Dice la máxima de origen popular que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. No sólo la sabiduría popular apunta en esa dirección. En los evangelios de Mateo y Lucas, Jesús, antes de empezar su vida pública, se expuso a las tentaciones del diablo. Éste le tienta o le incita a mostrar su poder o bien le ofrece poder de alguna forma u otra. Le incita a que convierta piedras en pan para saciar su hambre; le incita a convocar a los ángeles de cielo para que le aúpen mientras se deja caer del alero del templo; y, finalmente, le ofrece "todos los reinos del mundo y las glorias en ellos" a cambio de su adoración. Si bien la última tentación es la más explícita en relación con el poder, en todos los casos anda el poder en las entretelas de las tentaciones. Es decir, cuando Jesús "pasa la prueba", las tentaciones a las que el diablo le somete son las del poder. En otras palabras, si se trataba de corromper a Jesús, la vía que escoge el diablo es la vía del poder.

¿Por qué es esto así? ¿Qué hay en el poder que parece presentar esa capacidad, ese potencial de corrupción tan manifiesto y potente?

Se me ocurren tres razones (seguramente hay más). La primera es la más obvia: el poder genera en el poderoso una cierta sensación de impunidad, que lo conduce a no respetar las normas de la convivencia. Así, los poderosos se acostumbran poco a poco a estar por encima de la ley, o, al menos, de las normas que aplican al común de los ciudadanos. Sus automóviles pueden incumplir las normas de tráfico, se saltan las colas, están aforados... y con facilidad creen realmente que viven en un orden distinto. ¿La consecuencia? Gürtel, Bárcenas, los ERE, los cursos de formación, Pallerols, Pujol, Matas, etc. etc.

La segunda razón tiene que ver con una característica del poder a la que hice referencia en mi inserción anterior: su autonomía. El poder ya no es poder para, sino que se convierte en su propio fin. El poderoso, conforme a esta lógica, trata siempre de reforzar su posición de poder, y ve la vida como una lucha constante por reforzarla. En esta lucha el poderoso percibirá que su posición está siempre amenazada. De esta manera, poco a poco el poderoso entra en una dinámica de paranoia que fácilmente engullirá a todas sus relaciones. Concebirá al resto de las personas bien como aliados o bien como enemigos, pero nunca como amigos. Esta paranoia le impedirá al poderoso desarrollar relaciones, digamos, humanizantes, con sus congéneres. Y en esta incapacidad reside la segunda fuente de corrupción del poder.

La tercera razón, relacionada con la anterior, radica en la forma que adoptan las relaciones de los poderosos con el resto de las personas. No es sólo que, como decía en el párrafo anterior, los poderosos piensen en las demás personas en términos de alianza/enemistad, es que, al hacerlo, necesariamente cosifican al otro. El otro deja de ser un sujeto en sí mismo, para pasar a ser un objeto más en las estrategias de poder del poderoso. El poderoso trata de apoderarse de la voluntad del otro, de su vida. Por eso decimos que los poderosos nos usan, nos utilizan para alcanzar sus fines. Para los poderosos no somos sino piezas en un tablero de ajedrez, se dice con frecuencia. Esto significa que las demás personas, para los poderosos, sólo tienen un valor instrumental, son instrumentos al servicio de una estrategia de refuerzo de la posición de poder. Todas las demás dimensiones de las restantes personas, sus intereses, sus anhelos, sus sentimientos, su dignidad humana, pasan a un (muy) segundo plano. Esta cosificación del otro corrompe necesariamente las relaciones de los poderosos con los demás. Los poderosos serán así seres solitarios, incapaces de dar amistad o amor, ajenos a la vida del común de las personas. Serán personas extrañas y extrañadas, que, viven en otro mundo, habitado sólo por sus similares, otros poderosos.

¿Significa esto que todo aquel que haya ocupado posiciones de poder, bien sea éste político, social o económico está necesaria y completamente corrompido? Bueno, no. No necesariamente, no completamente. Pero sí pienso que es necesario un permanente ejercicio de introspección crítica, cuando se ocupan posiciones de poder, para detectar el virus de la corrupción y atajar la enfermedad desde sus primeros síntomas.

Entonces, ¿son malas o negativas o regresivas todas las obras del poder? Continuará...

2014/08/17

Del poder

En la Proposición VI de la tercera parte de su Ética Demostrada Según el Orden Geométrico dice Spinoza "Cada cosa se esfuerza, en cuanto está a su alcance, en preservar su ser". A este impulso de todas las cosas a preservar su ser lo denominó Spinoza conatus. Una de las características del genio auténtico es su capacidad de generar intuiciones que se adelantan en mucho a su tiempo. Cuando se piensa en la vida como fenómeno complejo que busca siempre preservar su operativa sistémica (concepción del siglo XX) uno no puede dejar de maravillarse de la capacidad spinoziana de ver más allá en el siglo XVII.

Y es que, en efecto, todos los seres vivos tratan de preservarse como tales, como vivos. Desde los organismos unicelulares hasta los humanos, mecanismos automáticos e instintivos o intencionados (sólo en los seres más complejos) se activan para preservar las condiciones de homeostasis que permiten a los seres vivir.

En general, la historia de los seres vivos es una lucha por la supervivencia, supervivencia contra el medio, contra la escasez, contra los depredadores, contra las enfermedades y muchas veces contra los congéneres. Es una lucha por afirmar la propia vida frente a todos los retos a los que se enfrenta. Esta lucha puede adoptar distintas formas, desde la nube de tinta del calamar hasta el rugido del león, pero siempre es la lucha por la afirmación de la vida del individuo, por la afirmación del propio individuo.

El individuo busca afirmarse. Y su potencial de afirmación, su capacidad de afirmar su vida en su contexto es su poder. En la naturaleza, en la que la fuerza es uno de los elementos de poder fundamentales, el macho alfa es el macho más poderoso de la manada porque ha demostrado que es más fuerte, más potente que cualquier otro. Y ser el macho alfa le da una posición de poder directamente ligada con su capacidad de sobrevivir, una posición de poder que lo afirma frente a otros y frente al entorno. Tendrá preferencia para aparearse (y así conseguir que sean sus genes los que pasen a la siguiente generación) y preferencia para alimentarse. A lo largo de su vida como alfa, tendrá que hacer frente a los intentos de otros por ocupar su posición de poder. Y cada vez que supere la prueba, sentirá que todo su cuerpo se llena del elixir de la supervivencia.

En el caso del ser humano actual el panorama (como no podría ser de otra forma) se complica. En las regiones más civilizadas del planeta las cosas no son como se describen en los párrafos anteriores. En primer lugar, la vida no es una lucha por preservarla. Los niños no crecen ni se forman enfrentados al peligro permanente de perder la vida; antes al contrario, se educan rodeados de seguridades. En términos generales, podría decirse que el problema actual del humano en las sociedades de consumo no es la preservación de la vida, sino encontrarle sentido a la vida (esto daría para otra inserción). En segundo lugar, para los humanos modernos los mecanismos de afirmación, precisamente por la razón anterior, son variados. No sólo la fuerza nos afirma; también lo hace el conocimiento. Y el amor.

Sintetizando los comentarios anteriores, podría decirse que para el humano actual en las sociedades desarrolladas el reto es dotar de sentido a la afirmación vital, a la afirmación del yo. Y hay humanos que escogen a tal fin la vía del poder. La vía de la construcción de un yo poderoso. Esta vía proporciona un fortísimo sentido a la vida, porque es un remedo adaptado a los tiempos que corren de la lucha por la supervivencia. En cada acto de poder el poderoso ve afianzado su yo, y millones de años de evolución llenarán su cuerpo del elixir de la supervivencia, y su cerebro lo copará de imágenes de éxito.

En esta primera inserción sobre el poder hay dos cosas más que me interesa destacar. En primer lugar, el carácter adictivo del poder. En Masa y Poder, Elías Canetti decía que "la satisfacción que produce sobrevivir, una especie de voluptuosidad, puede convertirse en una pasión peligrosa e incontrolable". Esta voluptuosidad explica bien la creciente afición de las personas de las sociedades desarrolladas por los deportes de riesgo: en ausencia de una amenaza real sobre la vida (y de la recompensa que llega al superarla), me juego la vida, para tener la misma recompensa. Pero explica también el carácter adictivo del poder. El acto de poder es, como decía, un acto de afirmación que rememora los actos de afirmación que durante millones de años hemos efectuado salvando al vida, sobreviviendo. El acto de poder se convierte en una suerte de sucedáneo del acto de supervivencia. Y genera la misma o parecida embriaguez. Cuando se prueba, es fácil quedar atrapado, resultar adicto al poder, a la necesidad de repetir los actos de poder para así sentir la embriaguez de la supervivencia.

En segundo lugar,  el poder, en el caso de los seres humanos, se hace autónomo. Deja de ser poder para. En el caso de los animales, el poder es poder para sobrevivir. Es nuestras sociedades modernas, la supervivencia está, al menos sobre el papel, asegurada para todos. Cuando nos afirmamos no lo hacemos contra la muerte (al menos explícitamente). La posición de poder del poderoso no le confiere más esperanza de vida. Le confiere mayor potencia para imponer su voluntad, para apropiarse de la voluntad de otros y poder alcanzar sus fines. Pero llega un momento en que al poderoso ya no le quedan fines que alcanzar: tiene más dinero del que puede contar, más casas de las que puede visitar, más cuadros de los que puede apreciar y más coches de los que puede conducir. ¿Qué le proporciona el poder, qué le proporciona su posición de poder? Su posición de poder le proporciona una plataforma para... ampliar su poder. El poder ha dejado de tener fines distintos de sí mismo.

¿Corrompe el poder? Continuará...

2014/07/23

¿Qué diría Hannah Arendt?

Si Hannah Arendt estuviese viva y asistiese a la política israelí en relación con los palestinos que viven en la franja de Gaza, ¿qué diría? ¿Podría aplicarle a los responsables de esa política su tesis de la banalidad del mal?

Antes de entrar en materia, despejemos un balón a córner. No quiero discutir aquí quién es el bueno o el malo, si Hamas es peor que los responsables del gobierno de Israel, si Israel tiene justificación para atacar Gaza o no, si Hamas usa a la población de Gaza como escudos humanos o si Israel comete crímenes de guerra, tal como la comisionada de la ONU opina. Creo que podemos ponernos de acuerdo en que esta es una situación de (muy) malos (Israel y Hamas) y unas víctimas (la población palestina en su conjunto).

Lo que me interesa aquí es discutir otra cosa. Cuando Hannah Arendt asistió al juicio de Eichmann en Jerusalén y conoció al personaje, acuño la tesis de la banalidad del mal. Eichmann no era un monstruo en el sentido de que no vivía entregado a la emoción del mal. Sus sentimientos eran los de una persona normal. Quería a sus hijos y a su mujer, sentía compasión por el sufrimiento de los animales y, en general, su personalidad no era la de un psicópata sediento de sangre. Simplemente, inmerso en el medio ambiente del nazismo, cumplió órdenes sin cuestionarlas, dando por supuesto que si venían de arriba, bien estarían. Como es natural, su tesis generó un escándalo de primera magnitud entre la comunidad judía tanto de Israel como de la diáspora (a la que, por cierto, ella pertenecía), que no podía aceptar otra visión de los jerarcas nazís que la de devoradores de corazones de niños en su tiempo libre.

Para poder aceptar la tesis de la banalidad del mal hay que asumir que comportamientos como el de Eichmann se producen en un medio ambiente determinado. Es decir, Eichmann vivía inmerso en el medio cultural y de valores del nazismo más extremo. Ser miembro del "comité de dirección" de las SS en aquellos años debía suponer "respirar" nazismo, de forma que para la persona media debía suponer un reto pensar de forma diferente.

¿Aplican esas condiciones en la actualidad? ¿Viven los dirigentes israelís ajenos a las consecuencias de sus actos y a la valoración que de los mismos se hace en el resto del mundo? ¿Es creíble que una burbuja de unanimidad los aisla? ¿No leen los periódicos? ¿No entran en Internet? ¿No ven la televisión?

¿Es creíble que toda forma de empatía con el dolor creado haya desaparecido de sus corazones?

2014/06/05

La singularidad de Jesús de Nazaret

Las tres grandes religiones monoteístas "del Libro" comparten algunas cosas. Para empezar, creen en un único Dios. Para seguir, hunden sus raíces en la misma tradición, la de la Torá y, más en general, la del antiguo testamento.

En orden cronológico, la primera (judaísmo) y la tercera (islam) comparten una fuerte orientación a la regulación de aspectos prácticos de la vida de sus fieles, configurándose, en algún sentido, como una especie de código civil, por una parte, y de código moral, por la otra, pero siempre con una vocación muy fuerte de regular lo concreto.

Es muy fácil, desde esta perspectiva, leer en estas normas de vida una proyección humana y, de este modo, saltar a concluir que estas religiones son una creación de sus creyentes. El carácter fuertemente cultural y circunstancial de las normas citadas conduce a pensar que son las que hubiese dictado cualquier persona que compartiese el ámbito cultural, social e histórico con el redactor, así como sus presocupaciones y ambiciones.

Desde esta perspectiva, el cristianismo es diferente. Jesús dice pocas cosas prácticas. No se mete en los arreglos comerciales o civiles de los que le prestaban atención o le seguían. Sus descripciones del reino son metafóricas y están formuladas en parábolas, casi más sugerencias que afirmaciones. No se mete en la vida sexual de las personas (parece que el tema no le interesa lo más mínimo como materia de predicación) ni en su vida familiar.

Simplemente predica, como modelo de vida,  un amor al prójimo como a uno mismo, una capacidad de perdón sin límtes, el desprendimiento de todo lo material sin establecer un "mínimo" que se pueda retener, la toma de partido por los pobres y un amor sin límites a su Dios.

Y esto lo ilustra con parábolas que desafían la lógica humana, que desafían la forma "normal de organizarse" de los humanos. Un padre tiene dos hijos. Uno bueno y trabajador, otro crápula y descastado. Cuando el crápula y descastado, después de haberse pulido la mitad de la fortuna familiar, vuelve a casa desesperado... ¡ni siquiera tiene que llamar a la puerta! ¡El padre salía todos los días al camino a esperar su vuelta! Y claro, cuando le organiza una fiesta de celebración de su vuelta por todo lo alto, el hermano bueno y trabajador se enfada. ¡Cómo no! ¡No es justo!

Como no es justo que el viñador que llega a trabajar al viñedo media hora antes de que acabae la jornada reciba el mismo jornal que el que lleva todo el día trabajando. Estas cosas, desde el punto de vista de la justicia humana, son raras. No son "naturales".

Por eso Jesús es singular. Es difícil ver en "su programa" la mera proyección de una mentalidad humana estándar. Esto no le da per se valor de "verdad" a su hipótesis de partida, la existencia de un Dios amor y padre. Pero desde luego hace más difícil la aplicación al cristianismo de la crítica de ser una mera proyección directa de una forma muy humana de pensar.

Nacionalismo

El estado moderno que surge de la Ilustración es un espacio de derechos y obligaciones. Es un espacio de pactos. Nos ponemos de acuerdo en compartir el futuro sobre la base de una serie de derechos y obligaciones, que plasmamos en la constitución. Es un espacio de reglas y, desde este punto de vista, es tanto o más de formas que de contenidos, precisamente para que muchos contenidos distintos tengan cabida en él.

Para el nacionalismo, sin embargo, el estado es un espacio de "esencias". Somos catalanes. Somos vascos. Somos españoles. Y como somos "lo que somos", nos ponemos de acuerdo en compartir el futuro sobre la base de que "somos" lo mismo. Y por eso ponemos el énfasis en las cuestiones que refuerzan esa esencia: la lengua, la historia (que leeremos de una forma determinada), el espíritu de "ser como somos", las tradiciones, el localismo en la educación...

Por eso, por definición, el nacionalismo es excluyente. Y por eso, en potencia, el nacionalismo es totalitario. No digo que todos los nacionalismos sean iguales. Es obvio que Esquerra o el PNV no son el NSDAP. Pero llevan en sí el germen del totalitarismo. Y lo llevan porque simpre han estado (a la historia me remito), están y estarán en riesgo de que la esencia prime sobre el derecho. Y esa es una historia que ya sabemos como acaba.

2014/04/08

Sobre Cataluña

Y bien. Se ha celebrado el debate en el Congreso de los Diputados sobre la solicitud del Parlamento catalán de recibir del estado las competencias para la organización de un referendums. ¿Y ahora?

No soy nacionalista. Creo que el sentimiento de identidad nacional no debe constituir el eje sobre el que articular la convivencia en una sociedad moderna. Creo que la Ilustración nos mostró que el camino hacia el estado moderno era sustraer su fundamento a los sentimientos, las emociones o las creencias religiosas, y situarlo en la racionalidad. Y como instrumentos para que dicha racionalidad se exprese, la igualdad entre todos los ciudadanos y ciudadanas, sus derechos y obligaciones, el debate de las distintas ideas y propuestas, la elección por sufragio universal de los representantes del pueblo y de sus gobernantes y las leyes.

El sufragio universal como mecanismo de expresión de la voluntad del pueblo me parece uno de los mejores inventos de la humanidad; un ciudadano o ciudadana, un voto. Todos iguales a la hora de votar. Y a su altura sitúo la universalidad de los derechos y el cumplimiento de la ley. Porque la igualdad de los derechos y el cumplimiento de la ley protegen al que, en un régimen arbitrario, saldría perdiendo. Protegen al débil, al que no tiene recursos económicos o conexiones sociales para hacerse valer.

La pretensión del Parlamento catalán de recibir las competencias para celebrar el referéndum no es legal. Tampoco lo es el "derecho a decidir" tal y como lo pretenden ejercer, ya que "lo" que se pretende decidir corresponde decidirse, según la Constitución del 78, al conjunto de los españoles. Tienen razón Rajoy y Rubalcaba cuando dicen que es contrario a las leyes pretender la celebración de dicho referéndum, que en sí es constituyente (porque cambia la natiraleza misma de España), sólo en una parte del conjunto del estado.

Sin embargo, el asunto no puede dejarse ahí. Todos tenemos ya la percepción de que una parte muy importante de la población catalana quiere ser independiente. Y este problema debe ser abordado. Y no puede soslayarse con el argumento de que la pretensión es inconstitucional. Claro que lo es. Pero es algo más. En el plano lógico (no en el cronológico), es una pretensión pre-constitucional.

Una constitución no es sino la forma jurídica, legal, en la que se da forma a una voluntad política colectiva: la de formas una comunidad, un espacio de derechos, que se denomina estado. Pero en el plano lógico, la voluntad política precede (y fundamenta) al la forma legal y jurídica que adopta. Una vez más la metáfora del matrimonio aplica: el matrimonio da forma legal al proyecto de vida en común de una pareja; pero no pretendemos en las sociedades civilizadas que la forma legal que es el matrimonio determine el proyecto vital de una pareja, y de ahí la existencia del divorcio.

Muchos catalanes parecen haberle retirado el fundamento político a la constitución española del 78. Y, aunque desde el punto de vista legal la propia constitución les niegue la posibilidad de hacer operativa dicha retirada, desde el punto de vista político el resto de los españoles deberíamos hacer viable el proceso. Deberíamos facilitar la reforma de la constitución para que los catalanes renueven o den por extinguida su voluntad de formar un espacio de derechos comunes con el resto de los españoles.

Y, obviamente, ello en una consulta clara, transparente, sin manipulaciones, dejando claras las consecuencias (salida de la UE, del euro, de la ONU, de todos los tratados internacionales, empobrecimiento, etc etc) y de obligado cumplimiento.

Como comunidad política madura que somos, este sería, desde mi punto de vista, el comportamiento colectivo más maduro y sensato.