2019/05/28

26 M: ¿Por qué "pasaron" en Madrid? La izquierda de la identidad y la izquierda de la igualdad

... volvamos a la tierra...

Ya se celebraron las elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo. Y ya conocemos los resultados. Victoria global del PSOE que, no obstante, puede probar una o dos tazas de su propio caldo: habiendo resultado el partido más votado en todas o casi todas las comunidades autónomas, es posible que se quede sin gobernar en varias de ellas, merced a las alianzas post electorales de los tres partidos de la derecha. Me imagino que, si como todo apunta, algo así acaba ocurriendo en la Comunidad de Madrid, será ésta la plaza cuya pérdida mayor dolor le genere al partido socialista, dado el carácter simbólico que tiene Madrid y su relevancia política, social y económica.

No es sin embargo el PSOE el único partido que va a experimentar el sabor amargo de una victoria que torna en derrota. En el corazón de la Comunidad de Madrid, en su capital, Más Madrid de la (casi ex) alcaldesa Carmena, habiendo resultado la ganadora en votos y en concejales electos, va a perder el gobierno municipal. Y el PP, con resultados mucho peores que en las anteriores elecciones, se puede encontrar gobernando de nuevo. O, quizás, Cs se alce con el gobierno de la ciudad, cambio de cromos mediante.

Y cabe preguntarse, ¿cómo ha podido ocurrir esto? ¿Cómo es posible que aun con el desplome del PP y con el viento de cola de la victoria de la izquierda en las elecciones generales de hace un mes, y a pesar de la buena imagen del la alcaldesa, el resultado de las elecciones vaya a devolver al PP el gobierno del ayuntamiento?

Leo este análisis de los datos de las elecciones en El Mundo:

La desmovilización de los barrios humildes

Mientras la participación aumentó en los distritos históricamente más conservadores, como Chamartín, Salamanca o Fuencarral, en los más humildes, donde Carmena fraguó su éxito en 2015, se resintió bastante: Carabanchel, Ciudad Lineal, Latina, Moratalaz, Puente de Vallecas, San Blas, Tetuán, Usera, Vicálvaro, Villa de Vallecas y Villaverde, además del popular Chamberí. La abstención se hizo notar más en Carabanchel (pasó del 35,93 al 38,64%), Latina (del 31,42% al 33,33%), Puente de Vallecas (del 36,68 al 41%) y Villa de Vallecas (del 31,67 al 34,91%). El total la abstención pasó del 31,09 al 31,77%. En todos ellos los vecinos han denunciado falta de seguridad y que seguía habiendo problemas con la limpieza.

Más Madrid pierde votos en 12 distritos

La plataforma de Carmena perdió votos en 12 de los 21 distritos en comparación con 2015: Carabanchel, Chamartín, Ciudad Lineal, Fuencarral, Hortaleza, Latina, Moratalaz, Puente de Vallecas, San Blas, Usera, Vicálvaro y Villaverde. Los distritos donde más apoyos se dejó por el camino fueron Puente de Vallecas (5.400) y Latina (4.250). El primero de ellos, liderado por el concejal Paco Pérez, ha sido durante esta legislatura foco de problemas de convivencia con los okupas y los narcopisos. El segundo es el distrito dirigido por Sánchez Mato, que robó en su feudo, donde se crió y comenzó su activismo político, buena parte de los sufragios a Carmena. 

Y este otro en El Confidencial:

Justo, de 42 años, sostiene que votó a Carmena en 2015, pero que esta vez se quedó en casa. Ya no se siente representado por una alcaldesa que prometió espolear la periferia de la ciudad y al final se lo jugó todo al centro. “Los carteles de San Isidro, Madrid Central, las fiestas con los Javis y las magdalenas están muy bien, pero solo representan a un madrileño muy concreto, el moderno de Lavapiés y Malasaña. Se olvidó la alcaldesa de las clases obreras de los barrios, que no solo somos más que los modernos sino que estamos mucho más jodidos”, sentencia Justo camino de la estación de metro de Portazgo.

Yo creo que este análisis es muy relevante, y muy ilustrativo de uno de los problemas que arrastra la izquierda ya desde hace décadas. La izquierda, que nació como la hija progresista de las "Unidad. Indivisibilidad de la República. Libertad, Igualdad y Fraternidad" de la Revolución Francesa, que encontró su articulación teórica en la necesidad histórica de emancipación del proletariado de Marx, que pronosticó un mundo de iguales en abundancia, esa izquierda, ha abandonado la igualdad como bandera o, si no la ha abandonado, ahora la comparte con la de la protección de la identidad e identidades.

¿En qué se traduce este cambio? No sólo es que la izquierda ya no crea en el mito marxista de la dialéctica histórica impulsada por la emancipación del proletariado, un proletariado explotado por la clase burgesa y alienado por sus condiciones de trabajo y por su propia condición de factor de producción. Ese mito ya no se lo cree la izquierda y no se lo cree nadie. El problema radica en que, al tirar el agua por el sumidero, el bebé se ha ido con ella. Desmoronado el edificio teórico del marxismo, es como si la izquierda hubiese pensado que ya no hay que emancipar al "proletariado". En otros términos, es como si la izquierda hubiese pensado que ya no tiene que ocuparse, o que no sólo tiene que ocuparse, o que no tiene que ocuparse principalmente de los económicamente desfavorecidos, los que tienen menos recursos o ganan menos dinero. Desde hace ya décadas, éstos desfavorecidos comparten la atención de la izquierda con otros colectivos de marginados, que lo son por razones diferentes de su condición y posición económica. Por ponerles una etiqueta, se trata de aquellos colectivos que se ven discriminados al no poder expresar su identidad.

¿Qué identidad? Variada: identidad de género, identidad y orientación sexual, identidad nacional, identidad cultural, identidad religiosa (siempre que no sea la cristiana). Se trata, por una parte, de diferentes minorías discriminadas o potencialmente discriminadas, en la ley o en la vida, en virtud de su identidad y, por la otra, de la mayoría que conforman las mujeres, también históricamente discriminadas por serlo.

No se me entienda mal; estos colectivos estaban y, en muchos casos y lugares, están aún hoy discriminados en virtud de su identidad y bien está que alguien, en este caso la izquierda, haya tomado la bandera de su liberación, especialmente en los casos en los que esa identidad no choca de lleno con la idea de ciudadanía, si es que esto no ocurre en muchos de esos casos.

Sin embargo, este desdoblamiento de "las causas" de la izquierda plantea algunos problemas. El primero, y más obvio, es que los esfuerzos, el discurso y las propuestas de la izquierda ahora se reparten entre las distintas causas a las que sirve, y por lo tanto, pierden nitidez y concreción. Ahora hay que ocuparse no solo de los parques en Usera, de la limpieza de Villaverde o de los servicios sociales en Puente de Vallecas... hay que ocuparse también de la fiestas del orgullo gay y de engalanar el Palacio de Correos con la bandera multicolor, o de Madrid Central.

El segundo es relativo a la naturaleza de la discriminación de los distintos colectivos de los que hablamos. No pongo en cuestión que la vida de los homosexuales sea difícil, y estoy en contra de cualquier forma de discriminación que puedan sufrir en la ley o en la vida. Pero no puedo sino confesar que pienso que hoy es más dura la discriminación que sufre el niño del distrito de Villaverde, nacido en un hogar sin libros, con una sanidad que no es la del norte de Madrid, con una educación que no es la de los colegios de pago de los hijos de los pudientes, con una oferta cultural y de ocio en sus barrios que no es la de los de los distritos más ricos.

Y el tercero está relacionado con el aspecto apuntado más arriba: hay reivindaciones de la identidad, y propuestas de plasmación política y social de la identidad, que atentan contra el concepto de ciudadanía: ciudadanos todos iguales, con los mismos derechos y las mismas obligaciones. El ejemplo más claro es el de la identidad nacional: como soy, digamos, catalán, tengo el derecho a no respetar las reglas del juego constitucional e imponer al resto de los españoles que, juntos, firmamos el pacto constitucional, mis propias reglas del juego.

Todo esto no sería tan importante si no fuese porque otra de las profecías del marxismo, la profecía de la sociedad de la abundancia, ha resultado no ser cierta. No; no vivimos en una abundancia que permita a todos no pasar necesidad. Y esto no afecta solo a los habitantes de los países del Tercer Mundo. En los útlimos veinte o treinta años, y más aún desde la crisis de 2007/2008, la pobreza y la necesidad en los países desarrollados no ha hecho más que aumentar. La igualdad de oportunidades no es efectiva, ni está más cerca, sino que se ha alejado. Y ello no por causa de la discrimación en razón de género, orientación sexual, nacionalidad o religión; no. Es por razón de estatus económico. La suerte de los hijos de los menos favorecidos está, en nuestas sociedades, echada.

Y, ¿quién se preocupa y ocupa de estos desheredados? Pues, por lo que se deduce del análisis de las elecciones del 26 de mayo, nadie... y, por eso, a la hora de votar, o se quedan en casa o no votan a Manuela Carmena.

Tengo que reconocer que a mi Maniuela Carmena me gusta y que le voté en 2015 y en 2019. Pero leyendo los análisis electorales que he referido antes, me siento señalado como parte de ese grupo de "progres modernos" a los que ella, según los desheredados, se ha dirigido y para los que ha hecho política. Somos privilegiados, que nos podemos preocupar por el medio ambiente y la diversidad, porque, entre otras cosas, vivimos holgadamente y podemos hacer lo necesario para situar a nuestros hijos ventajosamente en la vida.

Quizás debería la izquierda repensar para quién trabaja, qué derechos defiende y cuáles son sus prioridades. ¿No sería pertinente retener la causa de la igualdad, del aseguramiento de la igualdad de oportunidades con independencia de la riqueza o de la renta, como la causa central del la izquierda? Puede que a mi no me beneficie esta reflexión que propongo para la izquierda, pero, ¿de qué nos sirve ganar el mundo si perdemos al alma?

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