2011/11/02

Fallos del mercado: externalidades

La teoría económica ha investigado con detalle en la segunda mitad del siglo pasado sobre los fallos del mercado. Sin pretender ser riguroso en la definición, se produce un fallo del mercado cuando una asignación de recursos dada por el juego libre de la oferta y la demanda no es óptima, es decir, cuando una asignación alternativa sería mejor desde el punto de vista del bienestar general. Uno de los principales fallos del mercado se produce cuando aparecen externalidades. Una externalidad sería un coste real, asociado a la producción o al consumo de un bien, que, sin embargo, no recae sobre el productor o consumidor de dicho bien. La actualidad nos ofrece nos ejemplos bastante claros de estos fallos de mercado.

El primer ejemplo está relacionado con la crisis económica. El coste brutal asociado al riesgo que todos los intermediarios financieros asumieron en la elaboración y comercialización de los productos derivados sobre créditos hipotecarios de baja calidad no fue en absoluto asumido por la propia industria financiera, como muestra de forma magistral el documental Inside Job. La gigantesca burbuja especulativa no se hubiera producido si el riesgo asociado a dichos productos se hubiese primero evaluado y luego imputado con su coste a dichos productos.

El segundo ejemplo es el asociado al coste medioambiental en los modos de consumo "occidentales". ¿Cuál debería ser el coste real de un litro de gasolina si se incluyesen todos los costes asociados en términos del calentamiento global generado, o el coste del impacto medioambiental de su extracción?

Es cierto que estas externalidades pueden corregirse mediante una regulación sensata de la actividad económica, tal y como establece la teoría. Sin embargo, creo que hay una externalidad aún más profunda, y de más difícil gestión, ya que se halla intrínsecamente ligada al corazón del modo actual de organización de la economía y, en realidad, a la naturaleza del ser humano.

Cuando se estudia microeconomía, el primer capítulo del manual de turno suele estar dedicado a la elección del consumidor, a la lógica de las decisiones de compra de los consumidores. Se establece que los consumidores tienen preferencias. Las preferencias de los consumidores tienen una serie de características, entre las que está la de su insaciabilidad. Esto no significa otra cosa que si un consumidor puede elegir entre 100 unidades y 101 unidades de un determinado bien, elegirá "la cesta" con 101 unidades. Siempre queremos más.

El problema radica en que los costes de "querer más" no se internalizan de forma correcta en el sistema. Todos podemos querer tener una casa en la costa, pero ¿cómo se internaliza en el modelo de costes el impacto de la destrucción de la costa del levante español? ¿cómo se internaliza en el sistema la destrucción de la capa de ozono, o el calentamiento global, o la desforestación de la Amazonia?

Volvemos al problema del corto plazo; hemos aprendido mucho en estos cien mil años de evolución. Hemos aprendido por ejemplo que es globalmente mejor no robar, o no matar. Tenemos que aprender colectivamente a "no querer idefinidamente más", por el bien del sistema y de la especie.

1 comentario:

  1. Eso se lo debemos también a los mercados y su necesidad de crecimiento. En 40 años hemos pasado del quita y pon, o de "la muda" a 3 metros de armarios por cabeza. quedas mal cuando le dices a alguien; No lo necesito, gracias.

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