2011/12/19

El arte: la magia de la forma

Venimos de ver Lady Macbeth de Mtsensk, de Dmitri Shostakovich. La historia es bien conocida. La ópera se estrena en la Unión Soviética en 1934, y durante los dos años siguientes constituye un éxito abrumador de crítica y público. La obra se entroniza por los críticos como "la primera obra maestra de la ópera soviética"; se representa un centenar de veces en Moscú y otras tantas en Leningrado. Sin embargo, el 26 de enero de 1936 Stalin acude al teatro a ver y escuchar la ópera. Le repugna. Dos días después aparace una crítica demoledora en Pravda, no firmada, indicando la inspiración directa, si no la autoría, del propio Stalin, e incluyendo una no muy velada amenaza: "este juego puede acabar muy mal". Shostakovich no volvería a ser el mismo, y viviría el resto de su vida, hasta su muerte en 1975, aterrorizado por una posible represalia.

Una de las principales críticas que recibió el músico en el artículo de Pravda fue la relativa al carácter "formalista" de su ópera. Stalin se equivocó en todo, y también en esto. La ópera en cuestión es una grandiosa obra de arte, no ya debido al tema del que trata, sino con independencia del tema del que trata. El arte es tal en cuanto que forma. Las pretensiones formalistas de Shostakovich están en la ráiz de su potencia artística.

No es su carácter de templo lo que hace del Partenón un prodigio artístico, sino sus proporciones. No es la trama extraordinariamente rica de Guerra y Paz lo que hace de la novela una cumbre de las letras, sino cómo dicha trama está narrada. No es la referencia a la naturaleza lo que hace de la Sinfonía Alpina de Strauss una cumbre de la música del siglo XX, sino el manejo del climax musical. Es más, el artista por antonomasia, aquel que ocupa la cima del Olimpo del Arte, Juan Sebastián Bach, cuyo catálogo está lleno de obras "temáticas", alcanza el cénit de su arte en las que están vacías de referencias: la obra para clave (el clave bien temperado, las sonatas y partitas para clave, las suites francesas e inglesas, las variaciones Goldberg), la obra para violín solo, para violochelo solo y la obra "sin instrumento" (el Arte de la Fuga).

El arte es el desvelamiento de la armonía, de la forma pura, del ideal platónico de belleza. Nada hay más abstracto que la Chacona de la segunda partita de violín, o la serie de notas construida conforme a la lógica dodecafónica del cuarto cuarteto de cuerdas de Schoenberg.

El arte es la magia de la forma.

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