2015/01/08

Matanza en París (La lírica de la ciudadanía, parte dos)

Tres fanáticos islamistas asesinaron ayer en París a doce personas. Aunque entre los asesinados había quienes no eran dibujantes, el móvil del asesinato ha sido responder al ejercicio de uno de los derechos sobre los que se erige la arquitectura de nuestra civilización, la libertad de expresar libremente lo que a uno le parezca bien. Para desbrozar la senda que pretendo recorrer en esta inserción, diré de antemano que esa misma arquitectura proporciona a cualquiera que, ante cualquier forma de expresión, se sienta ofendido, los recursos para defenderse y restituir su honra o buen nombre.

Uno de los aspectos más descorazonadores y desconcertantes de lo ocurrido es la procedencia de los asesinos. Personas nacidas y educadas en Francia, en principio expuestas a los valores de la Ilustración: libertad, igualdad, fraternidad. Y tolerancia. Y sin embargo, los asesinos son personas  que han optado por los valores de la intolerancia absoluta; que a frente a la libertad han optado por la tiranía, frente a la igualdad por la discriminación radical y frente a la fraternidad por la crueldad.

¿Cómo es esto posible? ¿Por qué parece que, en la batalla de las ideas, lo que debería ser una victoria incontestable de las de la Ilustración, se torna en su derrota?

Hablaba en el mes de septiembre de la la lírica de la ciudadanía, y voy a hacerlo de nuevo hoy. Los seres humanos somos, básicamente, un torbellino de emociones que la razón, especialmente desarrollada en nuestra especie, trata de regular. Pero la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, se rige por sus emociones. Miedo; amor; amistad; compasión; ira; envidia;

La confrontación con el fanatismo religioso es desigual, porque, hoy en día, se produce entre las ideas de la Ilustración y las emociones que proporciona la fe. Y entre ellas, una potentísima: sentido, sentido a la vida, que se vive con un propósito cuando la fe se lo proporciona, y tanto más potente como más ámbitos de la vida llene esa fe. Y, en el camino, identidad, pertenencia, autoestima y confianza.

Frente a ello, hemos dejado que la libertad, a fraternidad, la igualdad y los derechos se hayan convertido en ideas, desprovistas de cualquier tipo de sentimiento, desprovistas de la lírica que sin duda las acompañó cuando eran nuevas.

Tenemos que plantar cara al fanatismo en el plano en el que nos está ganando la batalla. A mi me parece emocionante viajar por Europa y sentirme ciudadano europeo. Me parece emocionante que hayamos sido capaces de darnos derechos unos a otros. Me parece emocionante el reconocimiento del otro, como un igual en la especie, que se esconde detrás de la igualdad. Me parece que la fraternidad entre los humanos es un propósito que puede darle sentido a toda una vida.

Tenemos que recuperar la lírica de ser cuidadanos, sentirnos orgullosos de serlo, dejar que la ciudadanía como idea pero también como sentimiento nos haga sentir bien, que la civilización tal y como la entendemos nos de confianza.

En fin, un abrazo a todos los hermanos de la fraternidad de la ciudadanía, especialmente hoy a los que se expresan en la lengua de Descartes y Voltaire.


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