2016/11/10

Trump, Clinton, Maslow, marketing político, la izquierda

(Aviso: soy votante de izquierdas; en las elecciones de los EE.UU. hubiera votado a Hillary Clinton; detesto el populismo de derechas y también el de izquierdas; ambos me parecen la antesala del totalitarismo. Creo que deberíamos ser muchísimo más generosos con los inmigrantes. Y estoy totalmente a favor de la equiparación de derechos de las minorías. Y también estoy totalmente a favor del principio de realidad y del respeto a la verdad)

Bueno, ánimo, ya queda menos para que acabe este 2016, annus horribilis para la racionalidad política, con populistas de derechas ganando cuota de respaldo popular en Francia, Alemania, Holanda, Austria, Hungría, Polonia; populistas de izquierdas en el gobierno griego y asentándose en España, con el Brexit en verano y, como aldabonazo final, gran campanada ensordecedora que deja casi todo lo demás pequeño, Donald Trump elegido para ocupar la presidencia de los EE.UU. Fijándome en este último acontecimiento, me pregunto: ¿qué ha ocurrido? ¿cómo ha podido pasar?

Las elecciones americanas: algunos datos relevantes

Hillary Clinton ha ganado el más bien simbólico voto popular, habiendo recibido alrededor de 60 millones de votos, pocos más que Trump. En 2008, Obama recibió casi 70 millones de votos, y McCaine sobre los 60 millones. En 2012 Obama revalidó la presidencia con 65 millones de votos, y Romney alcanzó algo más de sesenta millones de votos. Es decir, el voto republicano se ha mantenido prácticamente constante en las tres últimas elecciones; sin embargo, Hillary Clinton ha recibido 10 y 5 millones de votos menos que Obama en 2008 y 2012, respectivamente.

Hillary Clinton ha perdido la batalla electoral en casi todos los estados oscilantes, aquellos que pasan de demócratas a republicanos o viceversa dependiendo de la elección. Teniendo en cuenta los márgenes de vostos por los que esto ha ocurrido, no es descabellado pensar que sólo con haber igualado el voto de Obama en 2012 Hillary Clinto habría ganado en muchos de ellos, si no todos.

En algunos de estos estados hay minorías que, en principio, deberían haber apoyado a Hillary Clinton frente a Trump.

Finalmente, a pesar del perfil de sexista y machista de Trump, las mujeres de raza blanca le han votado a él en mayor propoción que a Clinton: http://www.huffingtonpost.com/entry/dear-white-women-we-messed-this-up-election-2016_us_582341c9e4b0aac62488970e?

Abraham Maslow y su pirámide

El psicólogo Abraham Maslow formuló en 1943 su teoría de las necesidades humanas, que fue actualizando posteriormente. Según esta teoría, las necesidades humanas están estructuradas en una jerarquía de cinco niveles, y sólo cuando las de un nivel dado están cubiertas las personas buscan satisfacer las de un nivel superior. Los cinco niveles de necesidades son, desde las más básicas (y primeras en requerir su satisfacción) hasta las más sofisticadas (y últimas en requerir satisfacción):
  • Necesidades fisiológicas: alimento, descanso, mantenimiento de las funciones corporales
  • Necesidades de seguridad: Seguridad física, de empleo, de recursos, de vivienda, de propiedad...
  • Necesidades de afiliación: amistad, afecto, pertenencia
  • Necesidades de reconocimiento: autorreconocimiento, respeto, éxito
  • Necesiadades de autorrealización: creatividad, moralidad, aceptación, desarrollo
Conforme a la teoría de Maslow, la motivación humana se explica por la voluntad de las personas de satisfacer las necesidades de un nivel superior sólo una vez que las del nivel inmediatamente anterior han sido satisfechas. De ese modo, una vez que las necesidades más básicas de mantenimiento del cuerpo han quedado cubiertas, las personas pasan a ocuparse de tener trabajo y vivienda; y cuando lo consiguen, buscan amistad y amor, y así sucesivamente.

Una lectura más sutil indicaría no tanto una secuencia cronológica, sino más bien de "condiciones de posibilidad". En otros términos, sólo cuando las necesidades de un nivel están satisfechas están las personas en disposición de abordar la satisfacción de necesidades "más elevadas". 

Bien. Vamos a aceptar que, a grandes rasgos, la de la pirámide de Maslow es una buena teoría. ¿Qué ocurriría si a una persona o a una sociedad que concibe y planifica su vida dando por supuesta la satisfacción de las necesidades de un nivel dado, y por lo tanto pensando en las que se ubican en estratos superiores de la pirámide, de repente les da la sensación de que esa suposición está en riesgo?

Aparece el miedo, el miedo terrible a que los cimientos vitales sobre los que la existencia se plantea sean débiles y la construcción de la propia vida pueda desmoronarse. Y ese miedo se constituye en una emoción primordial, capaz de orientar toda la actuación de las personas, que buscarán desesperadamente seguridades sobre las que construir, afirmar o reconstruir sus proyectos vitales.

Cuando esto ocurre, la atención de las personas se centra alrededor de la búsqueda de esas seguridades. De este modo, conforme a Maslow, a alguien que está sin trabajo o tiene miedo de perderlo, hablarle de creatividad o principios morales sería, en primera aproximación, un sinsentido, porque la situación emocional de esa persona hace que sus registros de comunicación y, en general, vitales, no resuenen con esas categorías de discurso.

Las clases medias de los países desarrollados

En el periodo de oro de las postguerra, más o menos hasta mediados de los años ochenta del siglo pasado, las clases medias de los países desarrolados en Europa, Norteamérica, Australia y Japón (caucásicas en los tres primeros casos) vivieron una época de esplendor. Vieron cómo sus necesidades más básicas y sus necesidades de seguridad quedaban satisfechas. Vivían cada vez mejor y, tanto o más importante, las expectativas para sus hijos eran aún mejores. Se podía dar por seguro que las personas no tendrían que precuparse demasiado por su seguridad. Empleo, vivienda, seguridad física y salud estaban cubidertos por un sistema económico que producía crecimiento y, en el caso europeo, por unos estados de bienestar que estaban al quite si la economía dejaba de funcionar.

Pero esta arcadia feliz ha saltado por los aires. Primero llegaron Reagan y Thatcher, desmontando algunos de los equilibrios básicos que habían permitido a las sociedades desarrolladas llegar a los citados nivles de bienestar. Si la desregulación financiera del primero creó las condiciones para la locura financiera que acabó en el estallido de Lehman, el ataque de la segunda a los sindicatos, respaldada por una clase media que pensó que nunca más serían necesarios para garantizar unas condiciones de empleo dignas, agrietó el pacto social.

Luego cayó el Muro de Berlín, y con él desapareció el enemigo comunista, la amenaza creíble que había llevado al capitalismo liberal de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX a pactar. El capitalismo se desbocó.

Y, finalmente, la tecnología. La tecnología que ha creado las condiciones para que la globalización fuese una realidad de escala planetaria. Y con la globalización, la deslocalización de la actividad económica. Y con ésta sus efectos, algunos buenos, como sin duda es la salida de la pobreza de cientos de millones de personas en los países de desarrollo, en China, India, Brasil, Perú, Colombia, Marruecos, etc. Y los no tan buenos, como el desempleo y el empobrecimiento de las clases medias en los países desarrollados, mientras que los ricos de estos países se enriquecen cada vez más y no pagan impuestos en la misma proporción.

Y, también, la tecnología que está heciendo redundantes a muchos puestos de trabajo, realimentando aquellos efectos menos deseables de la globalización. 

Y, las clases medias de empleados caucásicos, que tan despejado veían el panorama hasta los ochenta, han visto su bienestar mermar; sus expectativas mermar; las expectativas de sus hijos mermar mucho; y su seguridad saltar por los aires. Y si no la suya, sí la de sus vecinos, parientes, amigos.

Y lo que principalmente les preocupa a estas personas es restaurar el estatus quo anterior. Recuperar la seguridad de un empleo, de una vivienda, de no ser abandonados si enferman o quedan en el desempleo. 

Las instituciones

La globalización ha trastocado por completo el sistema económico. La producción y, en general, las tareas de menor valor añadido se han ido desplazando hacia los países en vías de desarrollo, en los que el coste de la mano de obra es mucho menor. Este hecho ha traído consigo, como decía más arriba, la salida de la pobreza de cientos de millones de personas; pero también ha acarreado el aumento del desempleo y la bajada de los salarios entre las clases medias y los trabajadores en los países desarrollados.

Si bien este proceso se ha desarrollando en distintas fases en los últimos treinta años, sus manifestaciones alcanzaron particular intensidad después de 2007, con la crisis financiera. El estallido de dicha crisis no hizo sino reforzar algunos de los efectos menos deseados de la globalización, impulsando aún más el desempleo y la debilitación salarial, y añadiendo inseguridades nuevas en el esquema de necesidades, como la pérdida de vivienda acarreada por los deshaucios.

En el contexto descrito, ¿cómo han actuado las instituciones? Pues en EE.UU. han tratado de paliar los peores efectos de la crisis. En Europa se han embarcado en políticas de austeridad fiscal sobre las que cada vez más se generaliza el consenso de que no han sido las adecuadas (ver, por ejemplo, http://www.telegraph.co.uk/business/2016/07/28/imf-admits-disastrous-love-affair-with-euro-apologises-for-the-i/ ). Por otra parte, en este periodo la desigualdad dentro de los países desarrollados no ha hecho otra cosa que aumentar, poniendo de manifiesto que las políticas públicas no han sido capaces de compensar los efectos de la crisis y la globalización. Mientras que los más ricos recogían los beneficios de la globalización y su riqueza aumentaba, las instituciones eran incapaces de gravar parte de ese aumento de riqueza para financiar los programas necesarios para que el estado de bienestar ayudase a los más desfavorecidos.

Las clases medias y trabajadoras no sólo vieron que el sistema económico las depauperaba o amenzaba con hacerlo: vieron que las instituciones no actuaban en su favor.

¿Y la izquierda?

Tradicionalmente, la izquierda tuvo como sujeto y objeto de su acción política a los más desfavorecidos. El objetivo de sus políticas fue conseguir las satisfacción de las necesidades de los más desfavorecidos, de forma que, en el modelo de Maslow, la autorrealización o el reconocimiento no fuesen un privilegio de los más ricos.

Dejando de lado a la izquierda totalitaria de Lenin, Mao, Pol Pot o Castro, de la que no hay nada que reivindicar y todo que condenar, al princpio, la socialdemocracia se ocupó de cnseguir sacar de la pobreza a las clases de trabajadores y proletarios. Una vez que se consiguió para ellos un empleo digno (lo que, sin sindicatos y negociación colectiva habría sido imposible), se trató de garantizar la satisfacción de otras necesidades del segundo nivel de Maslow: salud, vivienda digna; y después algunas de las del tercer y cuarto niveles: reconocimiento social, educación, participación política.

Y cuando todo esto se hubo logrado, ¿qué ourrió? Pues ocurrió que esas clases medias, que habían hecho el recorrido con la izquierda desde el proletariado hasta una posición social acomodada, dejaron de ser el sujeto y el objeto de las políticas de la izquierda. Abandonaron a los partidos socialdemócratas a la vez que éstos se dedicaron a otros colectivos.

Es como si la izquierda hubiese pensado: "misión cumplida", y " a otra cosa". Y pasó a ocuparse de otras necesidades de otros grupos. Y que conste que yo creo que esas necesidades son muy legítimas y que deben ser atendidas. Pero lo cierto es que la izquierda pasó a ocuparse de la ecología, el aborto, los matrimonios gays, los derechos de los LGT, los derechos de los animales. Y aún más, de las necesidades de identidad nacional  (y que conste que yo creo que estas necesiadades no deben ser ni planteadas ni defendidas por partidos de izquierdas).

Mientras tanto, la derecha conservadora ha hecho lo de siempre: defender los privilegios de los más favorecidos; la derecha liberal mantener su ilusión ideológica de que es mejor dejar al sistema autorregularse. Y entre una y otra, convertir a las clases medias en sujetos y objetos de sus políticas.

Y cuando estalla la crisis, y de repente el suelo se abre debajo de los pies de las citadas clases medias, edtas se encuentran con que quien habla de ellas y a ellas se dirige no es la izquerda, vieja amiga, ahora en otros menesteres, sino la derecha liberal (y la conservadora en alguna medida), que le receta ideología liberal. Pero, ¿no fue la aplicación de las ideas liberales la que condujo a las cosas a dónde están?

Trump y Clinton 
 
Y así llegamos a los EE.UU. el 8 de noviembre de 2016. Trump elabora un discurso terrible, lleno de odio, de racismo, de desprecio a las mujeres, de desprecio a las minorías, de prevención frente a los inmigrantes... y de defensa de la vieja clase media caucásica azotada por la globalización y la crisis. ¿Son estos los más desfavorecidos? No. Hay minorías mucho más desfavorecidas en los EE.UU. Pero Trump ha elaborado un discurso que ha resonado a la perfección con el miedo y la inseguridad de decenas de millones de personas en los EE.UU.

Y no sólo con su miedo; también con la ira derivada de su sensación, más o menos injusta, de que las instituciones, ó, como dice Trump, el "establishment", se dedicaba o bien a proteger los intereses de los ricos y los bancos o a paliar la situación de las minorías económicamente desfavorecidas o legalmente discriminadas, mientras que las condiciones de vida y las expectativas de esa clase media blanca de los estados de fuera de las costas se deterioraban.

Y para ellos ha elaborado un discurso que ha ido directo al centro de la caldera emocional en la que viven: ha dado en el centro mismo de la diana de sus miedos y de su ira. Y estas emociones son tan básicas, tan profundas y tan potentes, que cualquier posible vergüenza por los comentarios machistas o cualquier compasión por las minorías atacadas en las declaraciones racistas han quedado aparcadas.

Y en frente, Hillary Clinton, ¿a quién hablaba y cómo la hacía? Es seguramente cierto que pocos candidatos a la presidencia de los EE.UU. han estado tan preparados para el cargo como ella. Por su experiencia en la Casa Blanca en los dos periodos de su marido como presidente, o en la Secretaría de Estado o en el Congreso. Pero, ¿cuáles eran las razones para votarle? ¿Cuáles eran las emociones a las que se dirigía? ¿Que Trump no ganase? Pero, ¡¡si a una parte importante del electorado que Trump ganase le parecía bien, y otra piensa que Clinton es parte del sistema que los ha llevado a dónde están!!

Lo cierto es que, en una campaña fuertemente cargada de emociones, ella no ha sabido conectar con las minorías de hispanos y afroamericanos en la misma medida que lo hizo Obama; de ahí su pérdida de respaldo. ¿Qué o quién es Hillary Clinton para un potencial votante de color, o hispano, poco formado? Alguien muy lejano, que no tiene nada en común con ellos, que no habla su lenguaje, que se rodea de intelectuales ricos, de artistas ricos o, aún peor, de banqueros ricos. Bien, sí, es demócrata, pero no tiene nada que ver con ellos.

¿Y para las clases medias de trabajadores de "cuello azul"?  Para ellos Hillary es alguien preocupada, en el mejor de los casos, por el bienestar de algunas minorías que nada tienen que ver con ellos; y, en el peor,  por defender los intereses de los más ricos.

Por eso ha ganado Trump. Si bien su "público potencial" no es mayoritario, él ha conseguido conectar con ellos, hablándoles de sus necesidades, prometiéndoles (y sí, seguramente mintiendo) restaurar las seguridades perdidas. Y aunque Clinton contaba con un público potencial mayor, no ha sabido conectar con los miedos de los que están perdiendo su posición social lograda después de décadas de esfuerzo, que podrían haber encontrado en ella a una defensora mucho más solvente y sincera que Trump,  ni ha resultado suficientemente creíble como defensora de las necesidades no satisfechas de las minorías que debían haberla llevado a la Casa Blanca.

La lección para la socialdemocracia

Gran lección para la socialdemocracia europea: ¿a quién le hablamos? ¿con qué discurso? ¿con que actuación en las instituciones? Hay que rearmar el discurso cuanto antes. No se trata, como dicen podemitas, de una lucha de la casta contra la gente, que se hace a medias en las instituciones y a medias en la calle (¿en las barricadas? ... que miedo). Se trata de restaurar equilibrios en las sociedades, de asegurar los estados del bienestar a toda costa, de repartir los beneficios y los costes de la globalización, de hacer las instituciones absolutamente transparentes. Y cuanto antes, mejor.

4 comentarios:

  1. Acertado análisis. Creo que en Estados Unidos ocurre lo mismo que en Europa occidental, Una desconexion cada vez mayor de la clase política con la realidad del ciudadano medio, y Hillary Clinton representa a la perfección para los americanos ese establishment washingtoniano, lleva 30 años alli

    ResponderEliminar
  2. Acertado análisis. Creo que en Estados Unidos ocurre lo mismo que en Europa occidental, Una desconexion cada vez mayor de la clase política con la realidad del ciudadano medio, y Hillary Clinton representa a la perfección para los americanos ese establishment washingtoniano, lleva 30 años alli

    ResponderEliminar
  3. Genial todo el post. Pero... ¿si estas buscando cubrir tus necesidades basicas no cabe que te plantees necesidad de justicia, de solidaridad, de igualdad de derechos??...eso no me convence

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que, tal y como lo formulas, Aurora, tienes razón. No es imposible platearse la satisfacción de necesidades de escalones superiores de la pirámide aunque las de los inferiores no lo estén. Pero es muy difícil, y por eso l amayor parte de la gente no lo hace. Y es muy difícil porue, como dice Sampedro en el vídeo que has colgado en facebook, y también comentaba yo en el post, cuando la satisfacción de necesidades básicas está en juego, aparace el miedo, que es una emoción muy potente. Y las emociones muy potentes lo que hacen es fijar la atención de las personas, que actuarán, pensarán, sentirán y vivirán en función de esa emoción; en este caso el miedo. Por eso, para alguien que teme perder su puesto de trabajo o que no sabe qué pasará si su hijo se pone enfermo, los derechos de los gays a casarse pasan a ser secundarios.

      Eliminar