2017/04/19

El Tramabús

Hay totalitarismos que de inmediato muestran su auténtica faz, que se muestran en todo su potencial de maldad. No tardaron nada Videla, Pinochet o Franco en demostran todo de lo que eran capaces. Pero hay otros cuya auténtica cara se va desvelando con el tiempo. El mundo tardó en comprobar de lo que Mao, Lenin y su secuela Stalin o el propio Hitler fueron capaces. Es decir, Stain tardó unos siete u ocho años en lanzar purgas masivas o en condenar a morir de hambre a millones de personas en Ucrania. Y Hitler no puso en marcha la solución final hasta ocho o diez años después de llegar al poder.

Sin embargo, por el camino el mal ya había avisado. Ya había dado señales de lo que podría llegar a ocurrir. Estas señales se fueron desarrollando conforme a una secuencia que, en los distintos casos tuvo sus especificidades, pero en la que es posible encontrar elementos comunes.

El primer elemento común es la construcción de un relato. Este relato, como dije más arriba, fue uno en cada caso, pero presenta similitudes en todos. Se trata de un relato que pretende explicar los males que aquejan a las sociedades. Y se trata de un relato en el que es imprescindible encontrar un culpable. Un culpable que sea potencialmente capaz de "tener la culpa de todo" y, que, por lo tanto, debe ser un grupo o muy amplio o difusamente definido. Puede tratarse de los judíos, de los rusos blancos, de los contra revolucionarios, de los americanos, de los inmigrantes o de los que habían estudiado y se habían aburguesado.

El segundo paso es hacer que el relato sea verosímil. No que sea veraz, sino que sea verosímil, creíble. Debe ser un relato que apele bien a las emociones de aquellos a los que se dirige, trufado de medias verdades y de mentiras y simplificaciones. Un relato que puede ser creído de primeras, y que conecta bien con la frustración o desesperación de las gentes. En esos relatos hay partes de la histotria que no son completamente falsas, o incluso que son verdaderas. Y esas partes sirven para darle la pátina de credibilidad a las medias verdades y a las mentiras que van en el paquete. El relato no tiene que ser veraz. Tiene que poder "dar sentido", dar sentido a lo que los autrores del relato van a hacer; dar sentido a lo que van a pedirle a la gente que haga.

El tercer elemento es el desplazamiento de la frontera de lo admisible en democracia y en una convivencia civilizada. Se empieza por hacer burla; se sigue por faltar al respeto, se continua por insultar; luego un escrache; después la justificación de la violencia que se ejerce sobre "el grupo culpable"; un paso más es la instigación de esa violencia. Y luego la violencia se industrializa: Dachau o Siberia.

Para conseguir este desplazamiento de la frontera de lo admisible el relato es fundamental. Porque en el relato se construye una lógica de despersonalización del "grupo culpable". Los miembros del grupo culpable no son ciudadanos; ni siquiera son personas. Son solo culpables. Y como son solo culpables no son sujetos de derecho: del derecho a la presunción de inocencia; del derecho a la defensa frente a un tribunal justo; del derecho a la libertad, a nos ser torturados o del derecho a vivir.

El proceso de desplazamiento de la frontera de lo admisible se va produciendo de forma paulatina, medante la propaganda y la señalización. Pintadas, caras en el centro de dianas, caricaturas con sentencias de culpabilidad, escraches, amenazas públicas...

Y así, poco a poco, va ocurriendo lo impensable. ¿Por qué no salieron corriendo todos los judíos de Alemania en 1933, 1934, 1935,...? Porque nunca pensaron que las cosas podrían llegar al extremo que alcanzaron en 1940, 1941, 1942, ... ¡Era impensable!

Muchos vascos fueron víctimas de este proceso en los años de plomo en Euskadi. Los constitucionalistas eran el grupo culpable. El relato de la opresión del pueblo vasco se construyó y difundió con gran éxito. Y se produjo el acoso y la persecución social y física, hasta el asesinato, de "los culpables". En Patria, de Fernando Aramburu, se narra esta historia de forma magistral.

Pues bien. El así llamado Tramabús tiene todos los elementos del principio del proceso. Un relato: "la trama"; los culpables: "los representados en el bus, con independencia de lo que la justicia diga"; el desplazamiento de los admisible: la propia señalización de las personas en el autobús y los escraches que han organizado en el pasado.

La forma de proceder de Podemos revela una y otra vez la naturaleza absolutamente totalitaria de sus dirigentes e inspiradores. Sólo el hecho de que han surgido en España, con la inercia de nuestras instituciones, jóvenes a imperfectas, pero razonablemente sólidas, y de que parecen haber alcanzado un techo electoral del 20% los fuerza a disimular. Pero, ¿se acuerda el lector de la propuesta de gobierno que le hicieron a Sánchez, ocupando las carteras de interior, de justicia, etc? ¿Se acuerda el lector cuando en la primera propuesta que hicieron pública (y luego corrigieron) querían controlar a las jueces? ¿De que querían ocuparse del CNI?

Ojalá que se imponga la razón y se desenmascare a ese grupo de totalitarios, y que sus votantes se den cuenta de lo que nos iba a esperar en el caso de que algún día llegasen al poder.


4 comentarios:

  1. Me parece muy lúcida y válida tu reflexión. Sólo los papamoscas pueden dar crédito a Podemos

    ResponderEliminar
  2. Lorenzo, creo que es un artículo muy lúcido. Me han hablado ya del libro que citas por otros dos frentes, habrá que darle un lance. Un saludo amigo.

    ResponderEliminar