2016/03/25

Sapiens se emancipa: el dominio de la Naturaleza (2/2)

Sapiens heredó de sus antecesores en la evolución un rico bagaje de emociones. No sólo Erectus, Ergaster y Habilis, sino probablemente los atapasados comunes con los grandes simios tenían sistemas emocionales sofisticados, que les hacían sentir cosas muy parecidas al miedo, la tristeza o la alegría. Sapiens enriqueció mucho ese sistema emocional, ya que su gran cortex prefrontal no sólo le servía para razonar, sino para reflexionar (re-flexionar) sobre sus propias emociones. Sapiens era ya un ser muy auto-consciente.

A diario, el Sapiens cazador-recolector pasaba por diferentes estados emocionales. Sentía alegría cuando encontraba un panal de miel; tristeza si el perro que le acompañaba resultaba muerto en la caza de un jabalí; miedo cuando inesperadamente un tigre de dientes de sable aparecía de forma inesperada; euforía cuando, junto con sus compañeros, daba caza a un gran mamut.

De entre sus diferentes emociones, algunas de las más intensas estaban producidas por la muerte. Sapiens sentía una tristeza inmensa cuando moría su pareja, o un hijo, o un amigo. Pero, además, Sapiens le tenía un miedo enorme a la muerte. Sapiens, gracias a su capacidad de analizar sus emociones y de analizar lo que ocurría a su alrededor, se daba cuenta de que la muerte de los seres queridos portaba un anuncio para él: tarde o temprano, Sapiens, será tu turno. No puedes escapar a este destino. Y este destino era aterrador.

Y, de forma inconsciente, su sistema emocional se comenzó a estructurar alrededor de ese miedo. Miedo a la muerte propia y a la de los seres más queridos. En cada circunstancia de la vida, su ser se afirmaba o, por el contrario, retrocedía frente a la muerte. Y esto podía ocurrir de forma literal o figurada. Literalmente se afirmaba cuando en una lucha cuerpo a cuerpo derrotaba al tigre de dientes de sable; figuradamente, retrocedía cuando llegaba al campamento con las manos vacías.

De forma más o menos consciente, Sapiens deseaba con toda su alma superar a la muerte, derrotarla. Ese deseo se convirtió en una fuerza irresistible, irrefrenable.

La emancipación del orden natural se produjo, muy probablemente, cuando una serie de factores concurrieron a la vez hace unos diez o doce mil años en Oriente Próximo. Sin el concurso simultáneo de esos factores la revolución agrícola no se hubiera producido. Pero, ¿por qué se lanzó Sapiens de cabeza a ese nuevo modo de vida?

Sapiens le tenía terror a la muerte. Pero la muerte era parte del orden natural. De hecho, con mucha frecuencia la muerte era consecuencia directa de ese orden natural. Un animal podía cazarle. Una sequía podía dejarle a él y al resto del grupo sin comida y, quizás, acabar con todos ellos. Un rayo podía fulminarle. Una inundación ahogarle. El orden natural, la Naturaleza, era vida, pero también era muerte.

Por eso, la sensación de poder derivada del control de la naturaleza debió de ser para Sapiens una sensación brutal de afirmación. Sí, sería terrible labrar los campos para obtener una cosecha, pero, de alguna forma, Sapiens, al hacerlo, era capaz de alterar el orden natural o, al menos, de influir en él. Y, en esta influencia, Sapiens vio un elemento potentísimo de afirmación. Sapiens se sintió eufórico y... poderoso. Y esa euforia y esa sensación de poder compensaron por completo todas las desventajas de la nueva vida. Especialmente, para aquellos que, al aparecer una organización social más urbana y estratificada, ampliaron su poder para ejercerlo sobre ... otros Sapiens, pudiendo de este modo disfrutar de muchas de las ventajas de la nueva vida sin sufrir muchos de sus incovenientes.

De forma que, si los factores tecnológicos y climáticos fueron instrumentales en el abrazo de la forma agrícola de vida, si lo que digo es cierto, la energía para el cambio vino de la necesidad de Sapiens de dominar la Naturaleza para salirse del orden natural y tratar de escapar a su destino de caducidad. No había alternativa. Un ser emocionalmente rico y con una fuerte inteligencia que le hacía autoconsciente siempre habría optado por tratar de empujar a la muerte fuera de su vida; y si para ello tenía que emanciparse del orden natural, el pulso no le iba a temblar.

Y comenzó entonces la pelea de Sapiens con la Naturaleza por dominarla, pelea que encuentra un punto de no retorno cuando Sapiens inventa una forma de inteligencia imbatible, que le permitirá desvelar todos los secretos de su contrincante: el método científico.

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