2016/01/03

¿Quienes son los antisistema? (1/2) El caso de los EE.UU.

Domingo 3 de enero de 2016. Las páginas 2 y 3 de El País recogen diversas informaciones e interesantes datos acerca de la economía y la sociedad americana que se enfrenta a un año electoral.

  • Por primera vez desde 2002, las diez primeras empresas del mundo por capitalización bursátil son norteamericanas.
  • Las ganancias de los negocios en Nueva York han crecido un 61% entre 2001 y 2013...
  • ... mientras que los salarios lo han hecho menos de la mitad, por debajo de la inflación acumulada en el periodo.
  • En Nueva York, los ingresos del 1% más rico han aumentado el 32% entre 2009 y 2012, en tanto que la media de los ingresos del 99% restante ha decrecido un 1%.
  • Una trabajadora de la limpieza en el aeropuerto JFK gana 10 dólares a la hora, 1.600 dólares al mes, 19.200 dólares al año. Para poder acceder a un programa de viviendas destinadas a personas de bajos ingresos en el Bronx, hay que acreditar ingresos mínimos de 31.098 dólares al año.
Este es el modelo de la economía y la sociedad norteamericanas. A escala nacional, según el instituto Pew, la clase media ha dejado de ser la más numerosa del país.

¿Qué hay detrás de esta situación, qué factores la explican y qué nos dice de la sociedad americana? Lo cierto es que seguramente hay múltiples causas, cada una de ellas de complejo análisis, merecedoras de un espacio de reflexión de más hondura intelectual y más extenso que este modesto blog. Pero para construir el argumento que pretendo defender, se me ocurren tres.

La primera es la globalización. La globalización está suponiendo la salida de la pobreza de cientos de millones de personas en Asia, América Latina y, en menor medida, África, pero está asimismo trayendo consigo el empobrecimiento de las clases bajas y medias de los países desarrollados. De alguna forma se está produciendo una competencia por el trabajo entre las poblaciones de los países pobres y las clases bajas y medias de los ricos, con clara desventaja para éstas, que viven en países con niveles de vida mucho mayores y que resultan mucho más caros para vivir, requiriendo rentas más altas para poder acceder a una vida digna. En el interim, el capital asiste encantado a esta competencia, porque su resultado no es sino el abaratamiento de uno de los factores principales de producción.

Una segunda causa es probablemente el cambio tecnológico. Lejos de mi la tentación del ludismo. Yo creo que el cambio tecnológico no es en sí malo y, en la medida en la que aumenta la productividad, es bueno a largo plazo. El problema es el estado transitorio que sigue a toda disrupción tecnológica. Los trabajadores menos cualificados son necesariamente víctimas a corto plazo de dicho cambio, porque carecen de los conocimientos o experencia requeridos en el nuevo mercado de trabajo, tal y como los cambios tecnológicos lo han reconfigurado.

Pero hay una tercera causa, endógena en este caso al propio modelo social de los EE.UU., que se basa en una serie de supuestos ideológicos que se han ido haciendo dominantes en aquel país. Supuestos, por cierto, muy cercanos al núcleo del credo (sí, del credo) liberal. El primero es que el mercado dejado a su albur genetra resultados aceptables para las sociedades; como corolario, la política económica debe centrarse en el crecimiento, y la riqueza permeará de forma automática (¿automágica?) a todos los estratos sociales. No hay más que repasar los datos recogidos al principio de esta nota para darse cuenta de la falsedad de esta idea. No se ajusta a la realidad. La realidad nos indica que ni el mercado per se genera resultados aceptables para las sociedades, ni el crecimiento económico garantiza el bienestar general de las sociedades.

El segundo supuesto es el ligado al denominado "sueño americano": si una persona se esfuerza y trabaja duramente, podrá conseguir lo que se proponga. Esto ha dejado de ser cierto. Hasta una publicación tan poco sospechosa como The Economist alertaba hace poco acerca de la constitución de una aristocracia económica (y política) es EE.UU., fundamentadsa en (a) la endogamia de los ricos y (b) el encarecimiento estratosférico de la educación media y superior de calidad en el país. En román paladino, los ricos se casan entre sí, llevan a sus hijos a colegios y universidades carísimas, que no están al alcance de las clases medias y bajas y, de esa forma, perpetúan su estatus económico y social. La igualdad de oportunidades es cada vez menor o ya inexistente y la movilidad social en los EE.UU. se ha reducido drásticamente a medida que ha ido aumentado la desigualdad.

El sueño americano, como encarnación de su sistema social y económico, se ha quebrado. Se ha quebrado por el impacto de una serie de factores externos, pero también por la aplicación de una serie de políticas de origen liberal-conservador, que han defendido los privilegios de unos pocos, su derecho a enriquecerse de forma obscena por encima de su deber de solidaridad para con sus conciudadanos. Estas políticas han tenido su reflejo máximo en su vertiente fiscal, tanto recaudatoria como de gasto. Los ricos y las empresas no pagan en EE.UU lo que les conrrespondería (el propio Warren Buffet se escandalizaba al respecto). ¿Lo que les correspondería para qué? Para asegurar la igualdad de oportunidades, sin la cual el sistema americano no es sostenible.

Entonces, ¿quiénes son los antisistema en los EE.UU.? ¿Los ecologistas? ¿Los sindicalistas? ¿No serán los antisistema más bien los defensores de las supersticiones ideológicas del liberal-conservadurismo y sus ejecutores, los lobbies de las grandes empresas y del sector financiero, que además han capturado al mundo político (ver el documental Inside Job:
https://vimeo.com/27292661)?



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