2016/03/05

No violencia - Actos de habla

A principios de los años sesenta, John Austin y su discípulo John Searle dieron cuerpo a la teoría de "los actos de habla". Si la tradición de la filosofía analítica del lenguaje se había centrado hasta entonces alrededor de la capacidad del propio lenguaje de ser portador de sentido e instrumento de conocimiento, Austin y Searle señalaron que el lenguaje no era sólo capaz de proporcionar conocimiento; era asimismo un medio para hacer cosas. Alrededor de este hecho contribuyeron al "giro pragmático" de la filosofía del lenguaje, en una línea que continuarían después Lakoff, Johnson o Sperber desde ángulos parecidos.

En realidad, si bien su desarrollo es mucho más rico y profundo de lo que he expuesto en el párrafo anterior, la idea en sí resulta hasta un poco obvia. La palabra puede ser caricia; puede ser agresión; puede ser inspiración.

Viene todo esto a colación del debate de investidura que acaba de terminar, con su segunda y fallida votación, de Pedro Sánchez. La convalecencia de mi operación de espalda me ha permitido disfrutar de su práctica totalidad, y he comprobado cómo el uso de las palabras en el debate ha ido mucho más allá de su función enunciativa. En principio esto no es nada malo o raro. En un debate no se habla sólo para enunciar una idea; se habla para convencer, para persuadir.

Los sapiens somos seres emocionales con una pátina de racionalidad. Heredamos las emociones de nuestros ancestros en un procreso de evolución de millones y millones de años. Seguramente los dinosaurios tenían ya sistemas emocionales bastante desarrollados. Seguramente tenían miedo, alguna forma de alegría o ira. Lo que es auténticamente nuevo es nuestra capacidad de razonar. Por eso, apelar a las emociones es, cuando de persuadir o convencer se trata, tan importante como hacerlo a la razón. De este modo, los aspectos más retóricos del lenguaje son importantes en un debate. Mostrar no sólo solidez argumental, sino convicción o, incluso, entusiasmo (etimológicamente, estado en el cual los dioses se apoderaban del artista o filósofo griego).

No es de extrañar, pues, que los políticos en la tribuna adornen su discurso de elementos retóricos que potencien su capacidad de convencer, o de persuadir. Sin embargo, hay más que eso. Los discursos de los políticos españoles en el debate de investidura han sido un constante ejercicio de violencia. Los políticos en general no desaprovechan la ocasión de agredirse mediante la palabra. El "acto de habla" más frecuente es la agresión. Discursos estructurados alrededor de referencias hirientes ad hominem, llenos de "efectos especiales" en forma de puñetazos verbales directos a la mandíbula del contrincante.

No importa "tener razón", o tratar de persuadir. De hecho, la dinámica dialéctica en el parlamento se ha pervertido de tal forma que no creo que nadie recuerde, en nuestra historia reciente, una instancia del milagroso hecho de que alguien reconozca haber sido persuadido, o convencido. No. Al parlamento se va a aprobar leyes, mediante el procedimiento de tratar de triturar dialécticamente al oponente político, en un ejercicio de violencia verbal más o menos teatralizada.

¿No sería posible alcanzar un pacto de no violencia verbal en el parlamento? ¿No sería posible desterrar de la vida parlamentaria los actos de habla que sólo buscan agredir? Es cierto, la discusión requeriría más talento, más preparación, más grandeza. Pero este cambio traería consigo un efecto maravilloso: la incorporación de un nuevo de acto de habla, el acto del discurso resultar edificante.

1 comentario:

  1. Es dificil en medio de un ámbito de violencia verbal permanente logar una comunicación y un vínculo sano. Produce un desgaste impresionante a quien debe tratar con este tipo de comunicadores. Así está España y muchos españoles, desgastados... por la ambición y la codicia del poder y de creerse con la posesión de la verdad, por creerse mejor que el de al lado...

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