2013/09/08

¿Detendria la lucidez el tiempo?

Fernando Pessoa, en el LIbro del Desasosiego: "La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiese pensar, se pararía."

¿Cómo sería la lucidez total, absoluta? Yo, sobra decirlo, no lo sé. decimos de alguien que es lúcido cundo percibimos que tiene un acceso de alguna forma más directo a la verdad; mejor dicho, a la realidad. Cuando alguien se muestra particularmente lúcido en una situación determinada es porque es capaz de dar con la clave de dicha situación de forma rápida, directa, como si estuviese capacitado para ver cosas en una dimensión que a los demás se nos escapa.

Los amables lectores de este blog (todos amigos, y militantes de la amistas en cuanto lectores de estas líneas que, de otra manera, quedarían sin duda en los registros digitales de nuestra cultura a la espera de que algún antropólogo despistado del siglo XXX las descubriese) saben que no soy sospechoso de tentaciones animistas, a estas alturas. Pero es cierto que existe la intuición, que seguramente no será sino una capacidad derivada del funcionamiento especialmente rápido de las neuronas de los que tienen la suerte de estar dotados para ella. Así, alguien, observando las miradas de dos personas, que apenas se dirigen un par en toda una noche, son capaces de "atar cabos", casi de forma inconsciente, y dedicir que "algo ocurre entre alfa y beta". De forma más elaborada, ¿puede alguien dudar de que Gödel intuyó su teorema antes de poder demostrarlo? Quizas ni él supo cómo, pero sabía que la aritmética era, una vez formalizada, un sistema axiomático indecidible.

O la lucidez de Darwin comprendiendo que no había plan divino en la evolución. O la de de Locke estableciendo la distinción entre el ser y el deber ser.

Me puedo imaginar un cuento de Borges (y aprovecho para dedicarle el post a Miguelón), en el que el sabio, después de años y años de retiro contemplativo, alcanza la lucidez absoluta (Miguel, ¿por qué no lo escribes?). Toda la realidad se le revela, se le desvela. ¿Podrá el sabio, a partir de ese momento, vivir en este mundo? ¿Podría realmente seguir viviendo en este mundo de apariencias, del fluir constante, en este mundo en el que todo es pero no es, en este mundo de contornos difusos, en este mundo que no deja de ser la caverna de Platón? Si el sabio accediese al mundo de las formas puras, perfectas, de la lógica del universo, ¿cómo podría continuar viviendo en este valle de sombras?

Nuestro sabio, necesariamente, habría trascendio este mundo en el que nada dura y todo caduca, y habría ingresado en la eternidad. Habría salido de la esclavitud del tiempo, del otoño que marchita las hojas y la vida, y habría alcanzado la eternidad. Su lucidez habría disuelto el tiempo, lo habría detenido.

El tiempo no es sino nuestra condición de caducos, de limitados, de incapaces de acceder a la realidad total. Nuestro sabio habría trascendido al tiempo, se habría situado más allá de él.

Su lucidez habría detenido el tiempo... ¿o quizás no?

2013/09/05

Lecturas de verano (3/3): ... y sin embargo...

Tercer libro, este de Thomas Nagel. "Mind and Cosmos; why the Materialist Neo-Darwinian Conception of Nature is Almost Certainly False". Thomas Nagel es un valiente. Es de los pocos filósofos que se atreven a plantear una visión de la realidad alternativa a la dominante (materialismo, evolucionismo, ...). En el cóctel de lecturas veraniegas, Nagel ha sido el contrapunto a Krauss y Spinoza.

Nagel es un filósofo ya veterano (76 años), norteamericano, judío y de origen serbio. Hace ya mucho tiempo que defiende que hay algunas características de la mente que una aproximación filosófica materialista clásica no puede explicar. Hace años publicó un ensayo (célebre en el circuito filosófico) con el sugerente título "What is it like to be a bat?" (¿Cómo sería ser un murcielago?) en el que ya defendía que la mente (las mentes, bien sean de los humanos o de los animales) tiene una propiedad que es difícil de explicar por una teoría materialista clásica: esta propiedad sería algo así como "la subjetividad" o el "punto de vista".

Veamos. Todos nosotros somos cuerpos, con características objetivas: el peso, la altura, el color de la piel, el colesterol, el nivel de glucosa en sangre... Incluso nuestro cerebro tiene propiedades objetivas. Unos electrodos conectados de forma adecuada revelarían el mapa de activación de las neuronas y zonas cerebrales cuando hacemos cosas diversas.

Sin embargo, un cerebro puede hacer algo que es chocante: un cerebro puede generar experiencias subjetivas: el color rojo del atardecer, el sabor dulce del café de la mañana, la emoción del tercer movimiento de la Novena de Beethoven... Todas esas experiencias conscientes comparten su carácter subjetivo. Son de cada uno. Únicas e intransferible. Nunca podremos saber si mi "rojo" es igual al de los demás.

Se puede decir: esas experiencias las genera el cerebro, corresponde a estados de activación neuronal. Y es cierto que dichas experiencias llevan todas asociados patrones de activación neuronal, que seguramente las causan... pero qiue no son las experiencias en sí. Cuando yo veo el rojo de una rosa, seguro que hay un determinado patrón de activación de neuronas en mi cerebro, pero (a) no soy consciente de él y (b) no es lo mismo que mi experiencia del rojo.

El cerebro genera una mente, y la mente tiene la característica única d ela subjetividad. En esto el cerebro es único y singular: los hígados no generan nada que tenga la característica de la subjetividad.

Bien; ¿cómo puede la materia, que las teorías materialistas describen y modelizan mediante variables todas observables y, de este modo, objetivables, generar algo que tiene un punto de vista? ¿Cómo se general algo tan "raro" como un punto de vista subjetivo a partir del modelo estándar de la física de partículas y la teoría de la evolución?

Nagel dice que es imposible, y que por eso él cree que hay que ampliar el armazón conceptual de dichas teorías. Al principio se le acusaba de dualista, como si él estuviese proponiendo que, además de la materia, existiese algo así como el alma. Pero Nagel se reclama ateo y no "animista". Él dice que nuestra descripción del mundo, que debe ser autocentenida (es decir, sin echar mano de agentes externos al orden natural), es en la actualidad incompleta.

Es como mínimo interesante, ¿verdad?

2013/09/03

Lecturas de verano (2/3): Spinoza y el espejismo del "para qué"

Spinoza es uno de mis héroes. Creo que es uno de los personajes más fascinantes de la historia. Nació en Amsterdam en la década de 1630, y vivió apenas 45 ó 46 años. Era hijo de una familia de origen sefardí, procedente de Portugal. Como buena parte de los judíos descendientes de los que se asentaron en Amsterdam buscando la tolerancia holandesa y huyendo del fanatismo ibérico, su idioma del día a día era el portugués, pero la forma culta de expresión era el español. Ambas fueron las lenguas maternas de Spinoza que, seguramente, pensó su obra filosófica en estas lenguas (¿quién dijo que no se puede filosofar en español?). La escribió en latín, idioma que aprendió en su adolescencia. Aunque también hablaba holandés, nunca se sintió cómodo expresándose en dicha lengua.

Spinoza vivió una vida austera, totalmente consagrada a la reflexión filosófica, sustentándose con su oficio de pulidor de lentes, que le proporcionó no sólo un modo de ganarse la vida sino la libertad que quería para pensar.

 A sus veintipocos años fue expulsado de la comunidad judía de Amsterdam por sus ideas librepensadoras, críticas con la veracidad de las escrituras y ateas. Por esas mismas ideas fue perseguido por la Iglesia Reformada. La Inquisición española le tenía fichado como un peligroso pensador ateo, a partir de los informes de diversos españoles que pasaban por Amsterdam. ¡Era único granjeándose el favor de las distintas iglesias, siempre tan abiertas a tolerar a los que discrepan de ellas!

Spinoza fue el primer defensor radical de la libertad de pensamiento. En su Tractatus Theologicus Politicus defiende que la religión no puede ni debe imponer una forma de pensar al estado, y que éste debe preservar por todos los medios la libertad de pensamiento de sus súbditos (la noción de ciudadanía llegaría después). Defendió que la religión debe separarse por completo no sólo del gobierno, sino también de la filosofía, pues ésta busca la verdad y aquélla el consuelo.

Vivió toda su vida acechado por sus paisanos y por el poder político y religioso. Incluso para la muy tolerante Holanda sus ideas eran demasiado atrevidas.

Su obra central es la "Ética demostrada al modo geométrico". Es un libro fascinante tanto por su contenido como por su forma. Desde el punto de vista del contenido, la Ética es un viaje desde el concepto de Dios que, como es sabido, para Spinoza no es sino el conjunto de toda la Naturaleza, con sus leyes causales y su contenido material (Deus sive Natura), hasta la formulación de una teoría de la buena vida.

Para Spinoza la realidad no es sino la materia, gobernada por una matriz lógica de relaciones de causa-efecto que explica todo lo que ocurre. A ese todo Spinoza lo llama Dios. No hay un libro tan ateo en su contenido y que, sin embargo, más veces se refiera a Dios, así, con mayúsculas.

Desde el punto de vista de la forma, la Ética de Spinoza está construida como si de los principios de las geometría de Euclides se tratase: cinco partes, estructuradas, construidas, a partir de definiciones, axiomas, proposiciones, demostraciones de estas proposiciones y escolios o comentarios a las mismas.

El Dios de Spinoza no puede estar más alejado del Dios de las religiones del libro. No es personal. No tiene voluntad. Obra a través de la secuencia de causa-efecto implícita en la lógica del universo. No puede obrar de forma diferente de como lo hace.Y el hombre no está fuera del orden de esa trama, de esa cadena de relaciones causa efecto. Es parte del mismo. El cuerpo y el pensamiento no son sino caras de la misma realidad, gibernada por los mismos principios.

En el universo de Spinoza no hay libre albedrío; no hay culpa, porque no hay autodeterminación de los hombres. No hay tanto falsedad cuanto causas mal conocidas. No debe ser vilipendiado el que obra mal, porque en última instancia sólo le ha faltado el conocimiento preciso para obrar bien.

Y, sobre todo, en la metafísica de Spinoza no hay "para qué". Dios no tiene fines, finalidades. En la Natiraleza no hay "para qué", hay "por qué". No hay causas finales, hay causas eficientes. Spinoza piensa que la pregunta ¿para qué? va a conducir a respuestas erróneas.

Y eso es radicalmente contrario a lo que el relato de las religiones nos cuenta. En ese relato, hay un ser, Dios, que tiene un plan, tiene un fin. En ese relato el hombre debe descubrir el fin de su existencia, el "para qué" de su existencia. En ese relato, la propia evolución del cosmos "apunta en una dirección", se orienta a un fin.

Por eso la metafísica de Spinza y su concepción del hombre son tan radicalmente ateas: no existe el para qué; existe el "por qué", existen las leyes de la naturaleza. ¿Qué es el Bien? el Bien no es sino el conocimiento, lo más perfecto posible, de dichas leyes. ¿Qué es la buena vida? La que se rige por dicho conocimiento y, por lo tanto, ni se engríe en el éxito ni se desespera en el fracaso (con los estoicos).

Dos siglos después de Spinoza, la Darwin le dio la razón. El hombre puede explicarse en su génesis mediante  su Teoría de la Evolución: las meras leyes naturales, un ciego proceso de mutaciones y selección de los especímenes mejor adaptados, sin finalidad "a priori", son capaces de llevarnos desde las bacterias hasta el ser humano.

No hace falta el "para qué".

Lecturas de Verano (1/3): Echando a Dios de su último reducto: la Creación

Lecturas de verano. El placer de desplazar, por unos días, la atención a otras cosas, de levantar la vista y el vuelo, de jugar a que nos ocupábamos de lo fundamental...

Lawrence Krauss: "El Universo de la Nada". Krauss es un cosmólogo norteamericano. En 2009 pronunció una conferencia, con Richar Dawkins como introductor, con el prometedor título "A Universe out of Nothing" (se puede ver en youtube http://www.youtube.com/watch?v=EjaGktVQdNg Es muy recomendable). Posteriormente ha escrito un libro del mismo título, cuya traducción al castellano he leído este verano.

La tesis de Krauss es, más o menos, de forma muy resumida, y tratando de dejar fuera de su enunciado los tecnicismos, la siguiente: De la estructura y composición del universo desconocemos muchas cosas en la actualidad, empezando por la naturaleza de la mayor parte de su contenido. En efecto, conocemos el 5% de la materia bariónica o "común" (los electrones, quarks y demás materia conocida). Pero desconocemos que son el 25% de materia oscura y el 75% de la denominada energía oscura.
La materia oscura invisible porque no interacciona con la ración electromagnética (vaya, que la luz no le afecta),  es de composición desconocida, pero sabemos "que está ahí" por su efecto gravitatorio sobre las estrellas, galaxias y cúmulos de galaxias. El movimiento de la materia visible sería incomprensible sin la existencia de mucha más materia que la que se "deja iluminar". Es más, el análisis detallado del movimiento y la estructura de la materia visible permite saber cuánta materia oscura hay.

La energía oscura es un habitante aún más exótico del universo. En la decada de los noventa del siglo pasado los científicos se dieron cuenta de que el universo no sólo se expandía, sino que lo hacía de forma acelerada. Esto, de entrada, es chocante, porque si bien la expansión del universo puede entenderse como consecuencia de la energía liberada en el Big Bang, su tasa de expansión debería reducirse en el tiempo, ya que la atracción gravitatoria de la materia debería hacer que las galaxias "frenasen" su separación. De forma que la expansión acelerada sugiere que el propio espacio está dotado de un contenido energético que lo fuerza a expandirse, más que compensando el efecto ralentizador de la gravedad. A este contenido energético es a lo que se denomina energía oscura, y da cuenta del 75% del total de la energía del universo.
Bien, hasta aquí una muestra de nuestra ignorancia. Sin embargo, Krauss expone algunas cosas que sí sabemos del universo, a saber:
  • El origen del universo está muy bien descrito por la teoría del Big Bang, que está refrendada por varias predicciones de distinto tipo que se han verificado.
  • Lo que denominamos "vacío" es, en realidad, un bulle bulle cuántico de procesos de constante creación y destrucción de pares partícula-antipartícula. Este proceso no es una hipótesis. La mayor parte de la masa de un protón procede de la energía asociada a este "vacío", y en los colisionadores estos procesos son muy frecuentes.
  • La geometría del universo es la de un espacio plano. Esto significa que el universo es, en varias dimensiones, como la superficie de una mesa. Esto puede parecer trivial, pero la Relatividad General de Einstein (la teoría que describe el universo a gran escala) permite universos curvos, con geometrías como la de la superficie de una esfera o la de una silla de montar.
  • De forma consistente con el punto anterior, el contenido energético del universo es... ¡¡¡cero!!! La energía gravitatoria y la de la materia compensan exactamente la energía del espacio, la energía oscura.
Es decir, ¡¡¡¡la energía del universo y la de la "nada" son iguales!!!!

Entonces, ¿y si el universo no fuese sino una gigantesca fluctuación de la "nada" que, puesto que mantiene un contenido de energía igual al de la no existencia, no hubiese requerido ninguna "causa"? ¿Y si la física demostrase que no es necesaria la Causa Primera de los filósofos escolásticos? ¿Y si Dios no fuese necesario ni siquiera para poner en marcha la Creación? ¿Y si, en vez de Creación, lo que hubiese habido fue una fluctuación?

... empieza a haber evicdencias...

2013/03/23

De religión en Semana Santa

Cuando yo era un niño, la Semana Santa en España era difícil de pasar por alto. Entraba en nuestras vidas en los años en blanco y negro del nacionalcatolicismo. No sólo ocurría en los hogares que observaban la tradición (en el mío se vivía el recorrido de Jesús, desde la entrada triunfal en Jerusalén hasta la resurección, como si fuese algo que nos ocurría a nosotros y, así, participábamos en todas las celebraciones de la Iglesia, desde el Domingo de Ramos hasta la Pascua de Resurección, con auténtica devoción, conforme al ejemplo de nuestros padres), sino que la programación de la televisión y las radios se alteraba para hacerse más acorde al tiempo litúrgico... España se vestía de morado.

Ahora las cosas (afortunadamente) no son así. La Semana Santa es un oasis al final del invierno para tomar aire, en unos días maravillosos de vacaciones, y llegar hasta el verano, mientras esperamos una mejoría del tiempo y el alargamiento de los días. Se ha convertido en un espacio secularizado en el que los afortunados a los que no se lo impida el trabajo (o su asencia en medio de esta crisis) descansan.

Y sin embargo, a mi el cuerpo (o, mejor dicho, el espíritu, pero no el Santo, sino esa tendecia de la materia a salir de sí misma) me pide darle vueltas al tema, al asunto de la religión.

Desconozco si los antropólogos y arqueólogos de la humanidad han detectado el momento en el que aparece el sentimiento religioso. Como no me tengo que ganar un prestigio en ninguna de las dos diciplinas, propongo una hipótesis, una hipótesis de corte evolucionista, para explicarlo.

La evolución hizo emerger, a partir de los cerebros de algunos de los mamíferos más encefalizados, la noción de "yo", de individuo. No sólo los humanos y otros homínidos tienen un "yo". Son conocidos los experimentos en los que se enfrentó a una elefanta, con un espadadrapo pegado en la cara, a un espejo. La elefanta, identificándose a sí misma en la imagen reflejada, se despojó del espadadrapo con la trompa. Sin esa identificación de sí misma en la imagen del espejo, nunca hubiera llevado a cabo la acción de quitarse el espadadrapo. Cuando nuestra perra se mira en el espejo, ladra pensando que se trata de otra.

En el caso de los humanos, y gracias a la grandísima capacidad de nuestro cerebro, la noción del yo se desarrolló de forma extraordinaria, y extraordinariamente útil; nos permitió (gracias Emilio por la idea) representarnos a los otros como otros "yoes". Este hecho fundamental, al que ya me he referido como "fundante" de la moral, tuvo además otras implicaciones prácticas muy convenientes para la vida social: empezamos a estrategizar los comportamientos, calculando como otros "yoes" reaccionarían ante nuestras acciones.

Pero junto con esas virtudes prácticas, la autorepresentación que dio lugar al yo trajo consigo una consecuencia devastadora: no sólo nos reconocemos como individuos, sino como individuos con fecha de caducidad. Nos vamos a morir.

Que la única certeza del individuo y su "yo" sea su carácter efímero funda el sentimiento de sin-sentido de la existencia, de la vida. Y ahí, de ese sentimiento de vértigo (palabras de Eugenio Trías), surge el anhelo de sentido, el re-ligar con el sentido; en definitiva, la religión. La religión como restablecimiento del sentido de la vida a través del cortejo a una hipotética trascendencia. La búsqueda de la experiencia mística que devuelva el calor a este frío mundo de materia y extinción.

Encuentro esta vertiente de la religión la más atractiva, la de mayor poder evocador, la más bella de las vertientes del fenomeno. Es esa vertiente que linda con la experiencia estética, la que viene directamente de los mitos. Se trata, además, de una vertiente heroica y trágica. El héroe se lanza una y otra vez a una empresa destinada al fracaso: la búsqueda de la respuesta que no existe.

Después, seguramente inspirados por las características que se suponen al principio creador y de sentido, al que hemos dado en llamar Dios, las religiones comenzaron a sacar conclusiones sobre lo que el hombre debe hacer para alcanzar el sentido, o superar el sin-sentido de la muerte en la vida eterna. Conclusiones que llenan los libros sagrados de las distintas religiones, que, al menos en algunos de sus apartados, se convierten en códigos de conducta detalladísimos, destinados a regular las vidas de los fieles. Cierto es que, en otras ocasiones, como en el caso de las enseñanzas de Jesús, lo que se proporcionan son guías de comportamiento más bien generales (que, en este caso en particular, cuando se hacen concretas, como en el caso de la toma de partido por los pobres, además se incumplen de forma generalizada por los fieles). Pero esta declinación de la religión se desliza rápidamente hacia una forma de control de los fieles, hacia una forma de poder.

Ah, la religión, que honda belleza la del desesperado intento del humano por encontrarle sentido a lo efímero...



2013/02/12

La banalidad de la corrupción

Es ya muy conocida la tesis de la banalidad del mal. Su autora, Hanna Arendt, la acuñó en la crónica que llevó a cabo para la revista norteamericana New Yorker del juicio celebrado a principios de los años sesenta del siglo pasado a Adolf Eichman, criminal de guerra nazi que agentes del servicio de espionaje israelí habían localizado en su escondite bonaerense y, posteriormente, secuestrado y conducido a Israel para ser juzgado. La tesis de Arendt resultó chocante, provocadora y desconcertó a buena parte de la comunidad judía (a la que la filósofa de origen alemán pertenecía, por cierto). Puede resumirse en que muchos de los criminales de guerra nazis no eran monstruos de maldad pofunda y densa; eran gente básicamente normal, que quería a sus padres, mujeres a hijos, buenos vecinos, buenos miembros de sus comunidades. Sus obras no obedecían a un desequilibrio de sus espíritus. No eran Satán redivido. Eran gente normal... que se dejó llevar por el entorno, e hicieron dejación de su obligación de pensar y ser críticos con lo que estaba ocurriendo. Eichman, a pesar de haber hecho cosas monstruosas, no era un monstruo.

Ni que decir tiene que esta tesis, como decía más arriba, desconcertó a la comunidad judía, que se revolvió contra Arendt. La mitología del nazi como ser abobinable, babeante de sangre de niño judío, malo de maldad totalizante a la que la tesis de la banalidad del mal se oponía, debía preservarse. Los nazis tenían que ser distintos y distinguibles. No podía ser que los nazis fuesen gente normal, banal. Y Arendt debió enfrentarse a severas críticas, empezando por las que recibió "de los suyos".

Traigo esto a cuento de la actual crisis de corrupción que padecemos en España. Urdangarín, Correa, el Bigotes, Bárcenas, Matas, los Pujol, Camps, los del ERE en Andalucía, Sepúlveda, Mato, Arturo/Cantoblanco, Amy Martin,... Los españoles, en plena crisis económica, cuando más deberíamos poder confiar en nuestros dirigentes, nos enfrentamos al espectáculo de cobros en negro, pagos en negro, comisiones ilegales, tráfico de influencias, cuentas en Suiza, malversación de fondos públicos... Y nos enfrentamos a la terrible sensación de que el sistema es tremendamente opaco y tremendamente lento, cuando no remiso, a que se haga justicia, a que se depuren responsabilidades, a que paguen los corruptos.

 Y posiblemente pensamos en las personas que están implicadas en los casos de corrupción como personas particularmente malas, taimadas, calculadoras, mezquinas, sin escrúpulos, sin moral, sin valores.

Pues bien, yo creo que esto no es así. Creo que la tesis de la banalidad del mal de Hanna Arendt aplica perfectamente a la situación que vivimos. Creo que los corruptos son básicamente personas normales, que se "dejaron llevar" sin reflexionar sobre lo que hacían, influidas por un entorno y un cotexto social y económico muy permisivo. No niego que haya casos de "malos genuinos" (como posiblemente Hitler o Himmler lo fueran) pero, en su mayor parte, los corruptos son gente normal, como nosotros.

Gente que se ha visto situada en una posición en la que han tenido que decidir sobre el origen o destino de dinero, o de concesiones, de favores,...

¿Pero quién, en su ámbito de decisión, está libre de pecado? El mecanismo del que cobra en negro en un partido político es el mismo que el del que cobra en negro en una empresa. El mecanismo del que enchufa a alguien en la administración es el mismo del que pide un enchufe para un familiar o amigo. El que elude pagar el IVA, no da de alta a su empled@ de hogar en la Seguridad Social,...

 Todas esas son corruptelas de la vida diaria, y el proceso mental que nos conduce a incurrir en ellas no es muy distinto del que cobra en B en un partido "chico, es de lo más normal, se ha hecho toda la vida". ¿Pensamos de verdad que ese amable vecino, que tan cariñosamente se ocupa de nuestros hijos cuando vamos al cine, nos trae el pan el domingo sin que se lo pidamos y nos ríe los chistes cada mañana en el ascensor, pero no paga IVA, defrauda si puede en la declaración del IRPF, busca enchufar a sus hijos más allá de sus méritos, pensamos de verdad que, si estuviese en la situación de dar a dedo un contrato, enchufar al hijo de un amigo, cobrar en B, no lo haría?

Los corruptos no son una clase aparte en la sociedad española. Son la imagen de todos nosotros, proyectada en el espejo del poder. La corrupción es banal.

2013/01/19

Lincoln

Venimos de ver Lincoln, la película estrenada hoy (en realidad, ayer) y dirigida por Spielberg. A mi me ha fascinado. Es interesantísima, el ritmo (en contra de los que algún insigne crítico cinematográfico opina) es trepidante y ascendente, la historia que relata es emocionante y los actores hacen un trabajo espectacular, en especial Daniel Day Lewis, que no es que interprete a Lincoln, es que es Lincoln.

Pero además de eso, la película es muy sugestiva, por la cantidad de ideas que pone sobe la mesa:

  1. ¿Justifica el fin los medios empleados para alcanzarlo? ¿Estuvo Lincoln justificado para comprar los votos que necesitaba para aprobar la 13ª enmienda a la Constitución norteamericana que prohibe la esclavitud?
  2. ¿Estaba el Sur legitimado a segregarse alegando que lo hacía para defender sus costumbres, su modo de vida, sus tradiciones y su economía (¿les suena la argumentación?)?
  3. ¿Qué debemos esperar de un político, liderazgo o gestión, si tenemos que elegir?
  4. ¿Qué debemos hacer cuando la ley no nos proporciona una guía clara de actuación?

Algunas de estas ideas las he tratado en alguna ocasión, pero reconozco que las repensaré. Creo que yo sí hubuese comprado algún voto para que se aprobase la 13ª enmienda, lo confieso.

En la película se refleja bien la posición de un Lincoln convencido de los principios republicanos e ilustrados, enfrentado a un Sur casi medieval y muy romántico en su concepción de la historia y de la sociedad. ¿En qué clave se verá esta película en los círculos nacionalistas?

Y respecto de liderazgo y gestión... miremos a nuestra querida España...

2013/01/15

Grandeza

Tras algunos meses de inactividad, los renovados bríos que aporta el cambio de año me traen de vuelta al blog (¿o debería decir bitácora?), esta vez para hablar de la idea de grandeza.

Según la RAE, la segunda y sexta acepción del término grandeza dicen, respectivamente, así: 2. Majestad y Poder; 6. Elevación de espíritu, excelencia moral. Y la quinta acepción reza: 5. Extensión, tamaño, magnitud. En las líneas que siguen usaré grandeza en el sentido de "algo grande (o que aspira a serlo), que o bien eleva el espíritu del sujeto y lo acerca a la excelencia moral o estética, o bien acerca al ser humano a límites antes desconocidos (o ambas cosas a la vez), confiriéndole una pátina majestuosa".

Sólo los humanos somos capaces de alcanzar la grandeza. Es así debido a la componente estética, moral o de superación que la grandeza conlleva. La condición de posibilidad de la grandeza es la naturaleza "semántica" del ser humano. A diferencia de muchos seres vivos y de los ordenadores, que son seres sintácticos, seres para los que el significado no existe y cuyo comportamiento se rige por códigos escritos y fijos (códigos genéticos y embebidos en el instinto, o códigos informáticos), los humanos somos seres de sentido y significado, seres por lo tanto finalistas y semánticos. Y buscamos (y, en ocasiones, hallamos) el significado por la vía de dotar a la realidad de diferentes planos, en orden ascendente de abstracción, desde cada uno de los cuales podemos contemplar los de menor jerarquía, analizarlos, evaluarlos, sacar conclusiones y volver con estas conclusiones a la vida que en ellos transcurre.

Del mismo modo trazamos planes para alcanzar distintas metas en los distintos planos de la vida, planes cuyo significado y sentido sólo se entiende bien en un  plano superior de la realidad. es interesante, a este respecto, escuchar a algunos de los alpinistas que han escalado las más altas cumbres del planeta cómo cuando explican bien el porqué, la motivación de sus hazañas o bien la vivencia que de las mismas ellos han experiementado, se refieren con frecuencia a motivos o emociones de orden espiritual o estético que, apriori, nada tienen que ver con la gesta de subir a una montaña de más de 8.000 metros de altura.

Desde esta perspectiva, ¿qué puede impedir la grandeza? Me imagino que muchas cosas, pero quisiera llevar la atención aquí a dos de ellas. La primera es la mezquindad. La búsqueda del pequeño (o gran) beneficio propio a corto plazo, frustrando el potencial de la empresa en cuestión de dar algo más de sí. Mezquindad que va unida a la miseria moral, a la desconsideración, a las malas intenciones, a la carencia de miras, al vuelo alicorto. Esta sería una causa de frustración de la grandeza ligada a malas personas, a personas envilecidas.

Pero me interesa más la segunda causa, ya que es más propia de la "gente normal y corriente", como el que esto escribe. Se trata de la frustración de la grandeza por la abdicación de nuestra condición de seres semánticos. Cuando, en nuestra vida, nos regimos por códigos ya escritos, bien sea por la convención, por la rutina o por las distintas formas de poder. Cuando renunciamos a pensar, a criticar, a inventar, a explorar. Cuando optamos por el cómodo trantran de lo que nos dicen y nos cuentan.

No todos podemos aspirar a la grandeza de los gGrandes de verdad, los Grandes con mayúsculas. Platón, Bach, Velázquez, Gödel, Einstein, Gandhi o Rothko no están a mi (¿nuestro?) alcance. Pero sí podemos aspirar a hacer lo mejor que se pueda con y de nuestras vidas. Tratar de que lo que hagamos eleve nuestro espíritu, que tenga sentido y significado.

... quizás no sea mal propósito para 2013.