2014/07/23

¿Qué diría Hannah Arendt?

Si Hannah Arendt estuviese viva y asistiese a la política israelí en relación con los palestinos que viven en la franja de Gaza, ¿qué diría? ¿Podría aplicarle a los responsables de esa política su tesis de la banalidad del mal?

Antes de entrar en materia, despejemos un balón a córner. No quiero discutir aquí quién es el bueno o el malo, si Hamas es peor que los responsables del gobierno de Israel, si Israel tiene justificación para atacar Gaza o no, si Hamas usa a la población de Gaza como escudos humanos o si Israel comete crímenes de guerra, tal como la comisionada de la ONU opina. Creo que podemos ponernos de acuerdo en que esta es una situación de (muy) malos (Israel y Hamas) y unas víctimas (la población palestina en su conjunto).

Lo que me interesa aquí es discutir otra cosa. Cuando Hannah Arendt asistió al juicio de Eichmann en Jerusalén y conoció al personaje, acuño la tesis de la banalidad del mal. Eichmann no era un monstruo en el sentido de que no vivía entregado a la emoción del mal. Sus sentimientos eran los de una persona normal. Quería a sus hijos y a su mujer, sentía compasión por el sufrimiento de los animales y, en general, su personalidad no era la de un psicópata sediento de sangre. Simplemente, inmerso en el medio ambiente del nazismo, cumplió órdenes sin cuestionarlas, dando por supuesto que si venían de arriba, bien estarían. Como es natural, su tesis generó un escándalo de primera magnitud entre la comunidad judía tanto de Israel como de la diáspora (a la que, por cierto, ella pertenecía), que no podía aceptar otra visión de los jerarcas nazís que la de devoradores de corazones de niños en su tiempo libre.

Para poder aceptar la tesis de la banalidad del mal hay que asumir que comportamientos como el de Eichmann se producen en un medio ambiente determinado. Es decir, Eichmann vivía inmerso en el medio cultural y de valores del nazismo más extremo. Ser miembro del "comité de dirección" de las SS en aquellos años debía suponer "respirar" nazismo, de forma que para la persona media debía suponer un reto pensar de forma diferente.

¿Aplican esas condiciones en la actualidad? ¿Viven los dirigentes israelís ajenos a las consecuencias de sus actos y a la valoración que de los mismos se hace en el resto del mundo? ¿Es creíble que una burbuja de unanimidad los aisla? ¿No leen los periódicos? ¿No entran en Internet? ¿No ven la televisión?

¿Es creíble que toda forma de empatía con el dolor creado haya desaparecido de sus corazones?