2014/08/17

Del poder

En la Proposición VI de la tercera parte de su Ética Demostrada Según el Orden Geométrico dice Spinoza "Cada cosa se esfuerza, en cuanto está a su alcance, en preservar su ser". A este impulso de todas las cosas a preservar su ser lo denominó Spinoza conatus. Una de las características del genio auténtico es su capacidad de generar intuiciones que se adelantan en mucho a su tiempo. Cuando se piensa en la vida como fenómeno complejo que busca siempre preservar su operativa sistémica (concepción del siglo XX) uno no puede dejar de maravillarse de la capacidad spinoziana de ver más allá en el siglo XVII.

Y es que, en efecto, todos los seres vivos tratan de preservarse como tales, como vivos. Desde los organismos unicelulares hasta los humanos, mecanismos automáticos e instintivos o intencionados (sólo en los seres más complejos) se activan para preservar las condiciones de homeostasis que permiten a los seres vivir.

En general, la historia de los seres vivos es una lucha por la supervivencia, supervivencia contra el medio, contra la escasez, contra los depredadores, contra las enfermedades y muchas veces contra los congéneres. Es una lucha por afirmar la propia vida frente a todos los retos a los que se enfrenta. Esta lucha puede adoptar distintas formas, desde la nube de tinta del calamar hasta el rugido del león, pero siempre es la lucha por la afirmación de la vida del individuo, por la afirmación del propio individuo.

El individuo busca afirmarse. Y su potencial de afirmación, su capacidad de afirmar su vida en su contexto es su poder. En la naturaleza, en la que la fuerza es uno de los elementos de poder fundamentales, el macho alfa es el macho más poderoso de la manada porque ha demostrado que es más fuerte, más potente que cualquier otro. Y ser el macho alfa le da una posición de poder directamente ligada con su capacidad de sobrevivir, una posición de poder que lo afirma frente a otros y frente al entorno. Tendrá preferencia para aparearse (y así conseguir que sean sus genes los que pasen a la siguiente generación) y preferencia para alimentarse. A lo largo de su vida como alfa, tendrá que hacer frente a los intentos de otros por ocupar su posición de poder. Y cada vez que supere la prueba, sentirá que todo su cuerpo se llena del elixir de la supervivencia.

En el caso del ser humano actual el panorama (como no podría ser de otra forma) se complica. En las regiones más civilizadas del planeta las cosas no son como se describen en los párrafos anteriores. En primer lugar, la vida no es una lucha por preservarla. Los niños no crecen ni se forman enfrentados al peligro permanente de perder la vida; antes al contrario, se educan rodeados de seguridades. En términos generales, podría decirse que el problema actual del humano en las sociedades de consumo no es la preservación de la vida, sino encontrarle sentido a la vida (esto daría para otra inserción). En segundo lugar, para los humanos modernos los mecanismos de afirmación, precisamente por la razón anterior, son variados. No sólo la fuerza nos afirma; también lo hace el conocimiento. Y el amor.

Sintetizando los comentarios anteriores, podría decirse que para el humano actual en las sociedades desarrolladas el reto es dotar de sentido a la afirmación vital, a la afirmación del yo. Y hay humanos que escogen a tal fin la vía del poder. La vía de la construcción de un yo poderoso. Esta vía proporciona un fortísimo sentido a la vida, porque es un remedo adaptado a los tiempos que corren de la lucha por la supervivencia. En cada acto de poder el poderoso ve afianzado su yo, y millones de años de evolución llenarán su cuerpo del elixir de la supervivencia, y su cerebro lo copará de imágenes de éxito.

En esta primera inserción sobre el poder hay dos cosas más que me interesa destacar. En primer lugar, el carácter adictivo del poder. En Masa y Poder, Elías Canetti decía que "la satisfacción que produce sobrevivir, una especie de voluptuosidad, puede convertirse en una pasión peligrosa e incontrolable". Esta voluptuosidad explica bien la creciente afición de las personas de las sociedades desarrolladas por los deportes de riesgo: en ausencia de una amenaza real sobre la vida (y de la recompensa que llega al superarla), me juego la vida, para tener la misma recompensa. Pero explica también el carácter adictivo del poder. El acto de poder es, como decía, un acto de afirmación que rememora los actos de afirmación que durante millones de años hemos efectuado salvando al vida, sobreviviendo. El acto de poder se convierte en una suerte de sucedáneo del acto de supervivencia. Y genera la misma o parecida embriaguez. Cuando se prueba, es fácil quedar atrapado, resultar adicto al poder, a la necesidad de repetir los actos de poder para así sentir la embriaguez de la supervivencia.

En segundo lugar,  el poder, en el caso de los seres humanos, se hace autónomo. Deja de ser poder para. En el caso de los animales, el poder es poder para sobrevivir. Es nuestras sociedades modernas, la supervivencia está, al menos sobre el papel, asegurada para todos. Cuando nos afirmamos no lo hacemos contra la muerte (al menos explícitamente). La posición de poder del poderoso no le confiere más esperanza de vida. Le confiere mayor potencia para imponer su voluntad, para apropiarse de la voluntad de otros y poder alcanzar sus fines. Pero llega un momento en que al poderoso ya no le quedan fines que alcanzar: tiene más dinero del que puede contar, más casas de las que puede visitar, más cuadros de los que puede apreciar y más coches de los que puede conducir. ¿Qué le proporciona el poder, qué le proporciona su posición de poder? Su posición de poder le proporciona una plataforma para... ampliar su poder. El poder ha dejado de tener fines distintos de sí mismo.

¿Corrompe el poder? Continuará...

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